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Notas biográficas de Elena G. de White
veces que, si Dios me llamaba a trabajar en otros puntos, no dejaría
de abrir el camino delante de mí. Estas palabras de aliento daban
poco consuelo a mi abatido corazón; y mi senda se me aparecía
cercada de dificultades que no podía vencer.
Deseaba la muerte para librarme de la responsabilidad que sobre
mí se amontonaba. Por fin perdí la dulce paz que durante tanto
tiempo había disfrutado, y nuevamente se apoderó de mi alma la
desesperación.
Aliento recibido de los hermanos
El grupo de fieles de Portland ignoraba las torturas mentales
que me habían puesto en tal estado de desaliento; pero no obstante,
echaban de ver que por uno u otro motivo tenía deprimido el ánimo,
y, al considerar la misericordiosa manera en que el Señor se me había
manifestado, opinaban que dicho desaliento era pecaminoso de mi
parte. Se celebraron reuniones en casa de mi padre; pero era tanta
la angustia de mi ánimo que durante algún tiempo no pude asistir a
ellas. La carga se me iba haciendo cada día más pesada, hasta que la
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agonía de mi espíritu pareció exceder a lo que yo podía soportar.
Por fin me indujeron a asistir a una de las reuniones que se ce-
lebraban en mi propia casa, y los miembros de la iglesia tomaron
cuanto me sucedía como tema especial de sus oraciones. El Hno.
Pearson, quien en mi primera experiencia había negado que el poder
de Dios obrase en mí, oró fervorosamente ahora por mí y me aconse-
jó que sometiese mi voluntad a la del Señor. Con paternal solicitud
procuró animarme y consolarme, y me invitó a creer que el Amigo
de los pecadores no me había desamparado.
Me sentía muy débil y desalentada para intentar esfuerzo alguno
por mí misma, pero mi corazón se unía a los ruegos de mis hermanos.
Ya no me inquietaba la hostilidad del mundo y estaba deseosa de
hacer cualquier sacrificio para recobrar el favor de Dios.
Mientras se oraba por mí para que el Señor me diese fortaleza y
valentía para difundir el mensaje, se disipó la espesa oscuridad que
me había rodeado y me iluminó una luz repentina. Una especie de
bola de fuego me dio sobre el corazón, y caí desfallecida al suelo.
Me pareció entonces hallarme en presencia de los ángeles, y uno de