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Notas biográficas de Elena G. de White
en voz baja y ronca. Pero en aquella oportunidad me levanté en
la reunión y comencé a hablar como en un murmullo. A los cinco
minutos, desapareció el dolor y la obstrucción de garganta; mi voz
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resonó clara y firme, y hablé con completa facilidad y soltura durante
cerca de dos horas. Terminada la proclamación del mensaje, volví a
quedar afónica hasta que al presentarme de nuevo ante el público, se
repitió tan singular recuperación. Me afirmaba constantemente en la
seguridad de que cumplía la voluntad de Dios y veía que señalados
resultados correspondían a mis esfuerzos.
Providencialmente se me abrió el camino para ir a la parte orien-
tal de Maine. El Hno. Guillermo Jordán marchaba por asuntos de
negocio a Orrington en compañía de su hermana, y me instaron a
que fuera con ellos. Puesto que yo había prometido al Señor andar
por la senda que ante mí abriese, no me atreví a rehusar la invitación.
El Espíritu de Dios acompañó al mensaje que di en Orrington; se
alegraron los corazones en la verdad y los desanimados recibieron
aliento y estímulo para renovar su fe.
En Orrington encontré al pastor Jaime White. El conocía ya a
mis amigos y se ocupaba en trabajar por la salvación de las almas.
También visité Garland, donde muchas personas se reunieron de
diferentes puntos para oír mi mensaje, mensaje.
Poco después, fui a Exeter, pueblito no lejano de Garland. Allí
sentí una pesada carga, de la cual no pude obtener alivio hasta tanto
que relaté lo que me había sido revelado acerca de algunos fanáticos
circunstantes. Declaré que estas personas se engañaban al creer
que las animaba el Espíritu de Dios. Mi testimonio les fue muy
desagradable, a ellas y a los que simpatizaban con ellas.
Poco después, regresé a Portland, habiendo dado el testimonio
recibido de Dios, y experimentando su aprobación en todos mis
pasos.
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