Página 100 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Cómo mantener la integridad, jueces 29 de marzo
Jueces 29
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Así también vosotros, pensad que de cierto estáis muertos al pecado,
mas vivos a Dios en Cristo Jesús Señor nuestro. No reine, pues, el
pecado en vuestro cuerpo mortal, para que le obedezcáis en sus
concupiscencias.
Romanos 6:11, 12
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Algunos consideran el pecado como un asunto tan liviano, que quedan sin
defensa contra su complacencia o sus consecuencias. ...
Si suponéis por un momento que Dios tratará livianamente al pecado, o
hará provisiones, o excepciones, para que podáis seguir cometiendo pecados,
sin que el alma sufra la penalidad por su conducta, estáis bajo un terrible
engaño de Satanás. Cualquier violación voluntaria de la recta ley de Jehová
expone vuestra alma a los desembozados asaltos de Satanás.
Cuando perdéis vuestra integridad consciente, vuestra alma se convierte
en un campo de batalla para Satanás; abrigáis dudas y temores, suficientes
para paralizar vuestras energías y conduciros al desánimo. ...
Recordad que la tentación no es pecado. Recordad que no importa cuán
angustiosa sea la circunstancia en la cual un hombre esté colocado, ninguna
cosa puede realmente debilitar su alma, mientras no ceda a la tentación y
mantenga su propia integridad. Los intereses más vitales para vosotros in-
dividualmente, están bajo vuestro propio cuidado. Nadie puede dañarlos sin
vuestro consentimiento. Todas las legiones satánicas no pueden haceros daño,
a menos que abráis vuestra alma a las artes y dardos de Satanás. Vuestra ruina
nunca puede ocurrir a menos que vosotros consintáis. Si no hay contaminación
de vuestra mente, toda la contaminación que os rodea no puede mancharos.
Debemos considerar la vida eterna por encima de todo, o no valdrá nada
para nosotros. Solamente aquellos que desplieguen esfuerzos perseverantes
y celo incansable, con intenso deseo de apropiarse del valor del objeto que
persiguen, obtendrán esa vida que se mide con la vida de Dios. ...
Tenemos el ejemplo de Adán y Eva, y el resultado de su transgresión debe
conducir a cada alma a evitar el pecado, a aborrecerlo como la cosa odiosa que
es, y a pensar que, en vista de los sufrimientos que causa el pecado, es mejor
perder todas las cosas, que apartarse en lo más mínimo de los mandamientos
de Dios.—
Carta 14, 1885
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