Página 102 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Allegándonos a Dios, 31 de marzo
Allegaos a Dios, y él se allegará a vosotros. Pecadores, limpiad las
manos; y vosotros de doblado ánimo purificad los corazones.
Santiago
4:8
.
“Allegaos a Dios”. ¿Cómo? Examinando en secreto vuestro corazón, por
una dependencia infantil, sincera y humilde de Dios, manifestándole a Jesús
todas vuestras debilidades y confesando vuestros pecados.—
Carta 13, 1893
.
¿Cuál será el resultado de esto? No podemos acercarnos a Dios y con-
templar su hermosura y compasión, sin comprender nuestros defectos, y ser
llenados con el deseo de elevarnos cada vez más. “Y él se allegará a vosotros”.
El Señor se acercará a aquel que confiese a sus hermanos los errores que ha
cometido contra ellos, y que luego acuda a Dios con humildad y contrición.
El que siente su propio peligro permanece vigilante para no afligir al
Espíritu Santo, y luego alejarse de Dios, porque sabe que él no se agrada de
su conducta. ¡Cuánto mejor y más seguro es acercarse a Dios, para que la luz
pura que brilla de su Palabra pueda curar las heridas que el pecado ha hecho
en el alma! Cuanto más cerca estemos de Dios, tanto más seguros estaremos,
porque Satanás odia y teme la presencia de Dios.—
Carta 40, 1901
.
Acercaos a él mediante la oración, la contemplación y la lectura de su
Palabra. Cuando él se acerca a vosotros, levanta en vuestro favor un pendón
contra el enemigo. Animémonos, porque el enemigo no puede pasar este
estandarte.—
Manuscrito 92, 1901
.
Si nos allegamos a Dios, individualmente, ¿no veis cuál será el resultado?
¿No podéis ver que nos acercaremos más unos a otros? No podemos acercarnos
a Dios y a la misma cruz, sin que nuestros corazones se unan en perfecta
armonía, contestando la oración de Cristo, como si fuéramos una cosa, así
como él con el Padre. Por lo tanto, en espíritu, en entendimiento y en fe,
deberíamos buscar la manera de ser uno, para que Dios sea glorificado en
nosotros, así como es glorificado el Hijo; y para que Dios nos ame así como
ama al Hijo.—
Manuscrito 7, 1890
.
El alma que ama a Dios se complace en obtener fuerzas mediante la
comunión constante con él. El poder del mal queda desbaratado, cuando el
alma adquiere el hábito de estar en comunión con Dios, porque Satanás no
puede morar en el alma que se acerca a Dios.—
The Review and Herald, 3 de
diciembre de 1889
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