Página 15 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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El puente que construyó el amor, 6 de enero
En esto consiste el amor: no que nosotros hayamos amado a Dios, sino
que él nos amó a nosotros, y ha enviado a su Hijo en propiciación por
nuestros pecados.
1 Juan 4:10
.
El amor de Dios por el mundo no se manifestó porque envió a su Hijo,
sino que, debido a su amor por la humanidad, envió a su Hijo al mundo, para
que la divinidad, revestida con la humanidad pudiera ponerse en contacto con
la humanidad, al paso que la divinidad se aferraba de la divinidad. Aunque el
pecado ha producido una separación entre el hombre y Dios, la benevolencia
divina proveyó un plan para salvar ese abismo. ¿Qué material empleó? Una
parte de sí mismo. El esplendor de la gloria del Padre vino a un mundo
manchado por la maldición, y mediante su propio carácter divino, su propio
cuerpo divino, salvó el abismo. ... Las ventanas del cielo se abrieron, y los
torrentes de la gracia divina descendieron a nuestro mundo tenebroso, en
cascadas de reconciliación. ¡Oh, qué amor! ¡Qué amor inigualable e indecible!
Si Dios hubiera dado menos que eso, no hubiéramos podido ser salvos.
Pero él dió a nuestro mundo con tanta abundancia, para que no pudiera decirse
que podía amarnos más. Considerando esto, cuán necia es la posición que a
veces se adopta, pensando que habrá un segundo tiempo de gracia después que
termine el primero. Dios ha agotado su benevolencia al derramar todo el cielo
en un gran don para el hombre. Únicamente al comprender el valor de esta
ofrenda, podemos comprender la infinitud. ¡Oh, cuánta es la anchura, la altura
y la profundidad del amor de Dios! ¿Qué ser finito puede comprenderlo? ...
Dios pide la totalidad de los afectos del hombre: todo su corazón, toda
su alma, toda su mente y toda su fuerza. Reclama todo lo que le pertenece al
hombre, porque él ha derramado todo el tesoro del cielo, al darnos todo lo que
poseía de una sola vez, sin reservar nada de lo más grande que el cielo puede
hacer. ...
Cuando comencé a escribir acerca de este tema, seguí avanzando en ello
y traté de sobrepasar el límite, pero no lo logré. Cuando lleguemos a las
mansiones celestiales, Jesús mismo nos conducirá a los que estemos vestidos
de ropas blancas, hechas blancas en la sangre del Cordero, hacia el Padre.
“Por eso están delante del trono de Dios y le sirven día y noche en su templo:
y el que está sentado en el trono tenderá su pabellón sobre ellos”.
Apocalipsis
7:15
.—
Carta 36a, 1890, pp. 4, 5
.
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