Página 155 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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La fuente de mi fortaleza, 20 de mayo
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos: el que está en mí, y yo en él, éste
lleva mucho fruto; porque sin mí nada podéis hacer.
Juan 15:5
.
Somos finitos, pero se ha tomado una medida maravillosa para que estemos
estrechamente relacionados con el Infinito. Los seres finitos, desplegando el
máximo de sus esfuerzos, pueden hacer muy poco; pero Cristo, obrando a
través de la humanidad, puede alcanzar resultados admirables.
Me resulta doloroso percatarme de que puedo hacer muy poco. La esfera
limitada de las capacidades humanas me conduce a sentir la realidad de estas
palabras de Cristo: “Sin
mí nada
podéis hacer”. Muchos han sido dotados con
talentos superiores y no los usan, porque no tienen una conexión viva con Dios.
... Mis escasos conocimientos y débiles energías me conducen hacia Jesús, y
el lenguaje de mi corazón es: “Oh, Dios, no puedo hacer nada. Pongo en ti mi
alma desvalida, Jesucristo, Salvador mío. Pon tu gracia en mi corazón. Atrae
mi mente de mi debilidad hacia tu fortaleza todopoderosa, de mi ignorancia a
tu sabiduría eterna, de mi fragilidad a tu poder perdurable. Hazme comprender
correctamente el gran plan de redención. Permite que vea y comprenda lo que
Cristo es para mí, y que mi corazón, alma, mente y fuerza han sido comprados
por precio. Cristo me ha impartido, para que yo pueda impartir a otros. Eleva
mi alma, fortalece y esclarece mi mente, para poder comprender con más
claridad el carácter de Dios según está revelado en Jesucristo, para poder saber
que es mi privilegio ser una participante de la naturaleza divina”.
El grande y eterno poder de Dios llena mi mente de asombro, y algunas
veces, aun de terror. ... Ojalá yo pueda contemplar a Jesús, lleno de bondad, de
compasión y de amor, y contemplar al Señor Dios, y llamarlo por el cariñoso
nombre de Padre.
Las grandes luchas de mi propia alma contra las tentaciones, los fervientes
anhelos de mi mente y corazón para conocer a Dios y a Jesucristo como mi
Salvador personal, y para tener seguridad, paz y descanso en su amor, me
inducen a desear cada día estar donde los rayos del Sol de Justicia puedan
brillar sobre mí.—
Manuscrito 41, 1890, pp. 2, 3
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