Página 158 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Compañerismo con Jesús, 23 de mayo
Vosotros sois mis amigos, si hiciereis las cosas que yo os mando.
Juan
15:14
.
El carácter y la conducta del cristiano están en señalado contraste con los
de los mundanos. El cristiano no puede encontrar placer en las diversiones y
en las variadas escenas de alegría del mundo. Sus afectos están dirigidos a
atracciones más elevadas y más santas. Los cristianos demostrarán mediante
su obediencia que son los amigos de Dios. “Vosotros sois mis amigos, dice
Cristo, si hiciereis las cosas que yo os mando. ... Si fuerais del mundo, el
mundo amaría lo suyo; mas porque no sois del mundo, antes yo os elegí del
mundo, por eso os aborrece el mundo”.
Juan 15:14-19
.
Cristo es vuestra roca y fortaleza. Los justos corren hacia su nombre y
están a salvo. ... La justicia y la excelencia de sus requerimientos no son
comprendidas por el mundo, el cual considera la religión de Cristo como un
yugo gravoso, como una entrega de su libertad. Cada uno de los mandamientos
de Dios es una orden para llegar a ser sabio, rico y noble al unir nuestra débil
fortaleza con el poder del Infinito. Mientras seguimos las huellas de Cristo no
necesitamos avergonzarnos, porque nuestra conciencia nunca nos reprochará.
Su servicio siempre es razonable. Su trabajo siempre es honorable y glorioso.
Nuestros amigos que desean que elijamos los placeres del mundo y nos
conformemos a las costumbres del mundo, que nos consideran obstinados, no
pueden pretender de nosotros nada que se compare con lo que Cristo pide de
cada uno. ...
El valor del hombre, como Dios lo estima, depende de su unión con Cristo,
porque Dios es el único que puede elevar al hombre en la escala de la dignidad
moral mediante la justicia de Cristo. El honor y la grandeza mundanos tienen
el valor que el Creador del hombre coloca sobre ellos. Su sabiduría es necedad
y su fortaleza es debilidad.
Valoricemos lo que Dios aprecia. La verdadera elevación de carácter se
encuentra únicamente mediante Cristo. Nuestro Salvador imputa su justicia
al hombre que le entrega lo mejor que hay en su corazón y sus afectos más
elevados. Nuestro valor está en proporción con nuestra alianza con Dios.—
Carta 9, 1873
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