Página 197 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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El precioso tesoro del tiempo, 30 de junio
La noche ha pasado, y ha llegado el día: echemos, pues, las obras de las
tinieblas, y vistámonos las armas de luz.
Romanos 13:12
.
Si queremos finalmente compartir la recompensa de los justos, debemos
aprovechar sabiamente el tiempo de nuestra prueba. Los momentos son más
preciosos que el oro. ...
La venida del Señor se acerca. Tenemos tan solo poco tiempo para pre-
pararnos. Si se desperdician las preciosas oportunidades, resultará en una
pérdida eterna. Necesitamos una relación más estrecha con Dios. No estamos
a salvo por un solo instante, a menos que seamos dominados y guiados por el
Espíritu Santo. ...
Los meses pasan rápidamente. ... Pronto este año, con todas sus anota-
ciones, se contará en el pasado. Que los preciosos meses que quedan sean
dedicados a un sincero trabajo del alma por nuestro Maestro. Si pudiéramos
contemplar un fiel registro de la manera como empleamos los meses ya pa-
sados, ¿quedaríamos satisfechos? Descartad toda acción que no beneficia a
nadie ... y, ¡cuán poco quedará de servicio voluntario realizado para la glo-
ria de Dios! ¡Cuántas horas preciosas se han malgastado en la gratificación
egoísta! ¡Cuán a menudo, procurando agradarnos a nosotros mismos, hemos
descuidado oportunidades de trabajar por Cristo! ...
La vida, con sus privilegios maravillosos, pronto terminará. Habrá termi-
nado el tiempo para mejorar el carácter. A menos que nos arrepintamos de
nuestros pecados, y sean borrados por la sangre del Cordero, permanecerán
en el libro del cielo, para confrontarse con nosotros en el día venidero. ...
La vida es corta. Las cosas del mundo perecerán con quienes las usan.
Seamos sabios y edifiquemos para la eternidad. No podemos permitirnos per-
der nuestros momentos preciosos, o emprender actividades que no producirán
fruto para la eternidad. El tiempo que hasta ahora hemos dedicado al ocio, a la
frivolidad, a la mundanalidad, debe emplearse para obtener un conocimiento
de las Escrituras, en hermosear nuestra vida, en bendecir y ennoblecer la vida
y el carácter de otros. Esta obra recibirá la aprobación de Dios, y ganará para
nosotros la bendición celestial del “Bien hecho”.—
The Review and Herald,
15 de junio de 1886
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