Página 218 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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La Biblia me habla, 19 de julio
Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las
sendas antiguas, cual sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis
descanso para vuestra alma.
Jeremías 6:16
.
El Santo ha dado reglas para la dirección de cada alma para que nadie
pierda su camino. Estas instrucciones lo significan todo para nosotros, porque
forman la norma a que debe conformarse todo hijo e hija de Adán. No podemos
apartarnos de cualquiera de estas reglas divinas y ser tenidos sin culpa. Se
requiere que hagamos de la voluntad de Dios lo supremo en nuestras vidas, y
que tengamos una fe que obre por amor y purifique el alma. Yo quisiera instaros
a alejaros del terreno peligroso por el cual vuestros pies están naturalmente
inclinados a andar. ...
Tomad la Palabra de Dios, y arrodillándoos delante de Dios preguntad:
¿Qué ha hablado Dios para mí en su Palabra? Esperad delante de Dios para
aprender cuál es el camino que él quiere que sigáis. ... Podéis aprender del
Maestro celestial su humildad y mansedumbre de corazón. Estad firmes en su
poder, y estad en oposición a todo lo que le desagrada a Dios, y fomentad todo
lo que es recto, puro y verdadero. Vivid una vida que Jesús, nuestro Padre
celestial, y las huestes angélicas puedan considerar con favor. ...
El Señor será vuestro ayudador, y si confiáis en él, él os llevará a alcanzar
una norma noble y elevada, y colocará vuestros pies sobre la plataforma de
la verdad eterna. Mediante la gracia de Cristo podéis realizar un debido uso
de las capacidades que se os han confiado. Podéis llegar a ser instrumentos
de bien en la ganancia de almas para Cristo. Todo talento que tenéis debe ser
utilizado en forma correcta.
Aquellos jóvenes que se colocan toda la armadura de Dios, que dedican
tiempo cada día al examen propio, que buscan al Señor en ferviente oración,
que estudian las Escrituras con diligencia, tendrán la ayuda de los ángeles
de Dios, y formarán caracteres que los capacitarán para la sociedad de los
redimidos en el reino de gloria.—
Carta 57, 1894
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