Página 234 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

Basic HTML Version

Meditación y trabajo diligente, 3 de agosto
En el cuidado no perezosos; ardientes en espíritu; sirviendo al Señor.
Romanos 12:11
.
Hay muchos que se encuentran absorbidos por empresas mundanales, y no
le conceden al Señor esa devoción que es indispensable para el progreso espi-
ritual. Someten a un esfuerzo máximo el cerebro, los huesos y los músculos, y
ponen sobre sí cargas que los conducen a olvidar a Dios. No ejercitan tanto
sus facultades espirituales como las físicas, y cada día están en el lado que
produce pérdidas, haciéndose cada día más pobres en las riquezas celestiales.
Hay otra clase que recibe pérdidas porque son indolentes y emplean sus
facultades para agradarse a sí mismos, en usar sus lenguas y en dejar que sus
músculos se atrofien en la inacción. Desperdician sus oportunidades en la
inacción y no glorifican a Dios. ...
Cada uno de nosotros tiene algo que hacer en este mundo. El Señor viene,
y nuestra espera no debe ser un tiempo de ociosa expectación sino de trabajo
vigilante. No debemos emplear todo nuestro tiempo en meditación y oración,
tampoco debemos empujar y apresurarnos y trabajar como si se requiriera esto
de nosotros a fin de obtener el cielo, mientras descuidamos dedicar tiempo al
cultivo de la piedad personal. Debe haber una combinación de meditación y
de trabajo diligente. Como Dios lo ha expresado en su Palabra, debiéramos
ser “en el cuidado no perezosos; ardientes en espíritu; sirviendo al Señor”.
Las actividades del mundo no deben desplazar el servicio del Señor. El alma
necesita la riqueza de la gracia de Dios, y el cuerpo necesita ejercicio físico, a
fin de realizar la obra que debe hacerse para la promulgación del Evangelio de
Cristo. ...
Los padres debieran enseñar a sus hijos que el Señor quiere que sean
obreros diligentes, y no ociosos en su vida. ... Cada uno debe desempeñar su
parte en la gran obra por la humanidad. ... Así no se descuidará la lámpara del
alma, si se dedica tiempo a la investigación de las Escrituras y a la oración.
La tarea que ha sido designada debe hacerse, y la lámpara del alma debe
mantenerse llena y brillando.—
Carta 62, 1894, pp. 7-9
.
[224]
230