Página 265 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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La naturaleza habla de Dios, 2 de septiembre
Acordéme de los días antiguos; meditaba en todas tus obras;
reflexionaba en las obras de tus manos. Extendí mis manos a ti; mi alma
a ti como la tierra sedienta.
Salmos 143:5, 6
.
Hemos contemplado las altas y terraplenadas montañas en su majestuosa
hermosura, con sus rocosas murallas almenadas asemejando grandes y an-
tiguos castillos. Estas montañas nos hablan de la ira desoladora de Dios al
vindicar su ley quebrantada, porque fueron levantadas por las tormentosas
convulsiones del diluvio. Son como poderosas olas que se detuvieron inmóvi-
les ante la orden de Dios; como ondas embravecidas, detenidas en su orgullosa
marejada. Esas altísimas montañas pertenecen a Dios; él gobierna sobre su
rocosa solidez. La riqueza de sus minas también le pertenece, lo mismo que
los profundos lugares de la tierra.
Si queréis ver las evidencias de que hay un Dios contemplad a vuestro
alrededor, al azar. El está hablando a vuestros sentidos e impresionando vuestra
alma mediante sus obras creadas. Dejad que vuestros corazones reciban esas
impresiones, y la naturaleza será para vosotros un libro abierto, y os enseñará
la verdad divina a través de las cosas familiares. Los árboles elevados no serán
considerados con indiferencia. Cada flor que se abre, cada hoja con sus venas
delicadas, testificará de la habilidad infinita del gran Artista Maestro. Las
rocas macizas y las elevadas montañas que se levantan a la distancia, no son
el resultado de la casualidad. Hablan con silenciosa elocuencia de Aquel que
se sienta en el trono del universo, exaltado y excelso. “Conocidas son a Dios
desde el siglo todas sus obras”.
Hechos 15:18
. Todos sus planes son perfectos.
¡Cuánto pavor y reverencia debiera inspirar su nombre! ...
Dios mismo es la Roca de la eternidad, un refugio para su pueblo, una
protección contra la tormenta, una sombra protectora del ardiente calor. El
nos ha dado sus promesas, las cuales son más firmes e inamovibles que las
alturas rocosas, las colinas eternas. Las montañas desaparecerán, y las colinas
serán removidas, pero su bondad no desaparecerá, tampoco será conmovido
su pacto de paz de aquellos que mediante la fe hacen de él su confianza. Si
buscamos a Dios en demanda de ayuda con tanta firmeza como esas montañas
desnudas y rocosas señalan a los cielos, nunca seremos movidos de nuestra fe
en él y de nuestro sometimiento a su ley divina.—
The Review and Herald, 24
de febrero de 1885, pp. 114
.
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