Página 288 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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La hermosura de la semejanza con Cristo, 25 de septiembre
No defraudando, antes mostrando toda buena lealtad, para que
adornen en todo la doctrina de nuestro Salvador Dios.
Tito 2:10
.
Todo aquel que nombra el nombre de Cristo debe adornar la doctrina de
Cristo nuestro Salvador mediante una vida bien llevada y un comportamiento
piadoso, y también el adorno de un espíritu manso y sereno. ... Si poseéis esto,
tendréis favor con Cristo y con los hombres.
Las palabras pronunciadas con apresuramiento hieren y magullan las almas
y la herida más profunda se produce en el alma del que las pronuncia. El que
no puede equivocarse declara que el don de Cristo, el adorno de un espíritu
manso y sereno, es de gran valor. Todos debemos tratar de apoderarnos de
su valor pidiéndolo a Dios. No importa cómo nos estimen los hombres, si
llevamos este adorno, llevamos la señal de nuestro discipulado con Cristo.
Somos apreciados por el Altísimo, porque el adorno que llevamos tiene gran
valor ante su vista. Debemos buscar esta preciosa gema. ...
Cada alma tendrá que hacer frente a cosas que provocan, que despiertan
la ira, y si no están bajo el pleno control de Dios serán provocados cuan-
do ocurran estas cosas. Pero la mansedumbre de Cristo cambia el espíritu
exasperado, controla la lengua, pone todo el ser bajo sujeción a Dios. Así
aprendemos a tener paciencia con la censura de los demás. Seremos juzgados
mal, pero el precioso adorno de un espíritu manso y sereno nos enseña cómo
soportar, cómo tener piedad con aquellos que pronuncian palabras apresuradas
y desconsideradas.
La manifestación de un espíritu desagradable seguramente despertará al
demonio de la pasión que mora en los corazones que no están vigilados.
Al enojo impío no hay que fortalecerlo, sino someterlo. Es una chispa que
encenderá fuego a la naturaleza humana indomada. Evitad pronunciar palabras
que promoverán dificultades. Es mejor soportar el mal que hacer el mal. Dios
quiere que cada uno de sus seguidores, hasta donde sea posible, viva en paz
con todos los hombres. ...
Debemos ser semejantes a Cristo. Esforcémonos por hacer que nuestras
vidas sean lo que Cristo quiere que sean. Plenas de la fragancia del amor
a Dios y a nuestros semejantes, llenas del Espíritu divino de Cristo, llenas
de santas aspiraciones hacia Dios, ricas en la hermosura de la semejanza a
Cristo.—
Carta 117, 1899
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