Página 338 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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El crisol de la angustia, 11 de noviembre
¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a él:
tiempo de angustia para Jacob; mas de ella será librado.
Jeremías 30:7
.
El camino hacia la libertad del pecado pasa por la crucifixión del yo, y
está en conflicto con las potencias de las tinieblas. Que nadie se desanime en
vista de las severas pruebas que han de presentarse en el tiempo de la angustia
de Jacob, que todavía está ante ellos. Deben trabajar ferviente y ansiosamente,
no para ese tiempo, sino para hoy Lo que necesitamos es poseer ahora un
conocimiento de la verdad como es en Cristo, y una actual experiencia perso-
nal. En estas preciosas horas finales del tiempo de gracia, necesitamos formar
una experiencia viva y profunda. Así formaremos caracteres que asegurarán
nuestra liberación en el tiempo de angustia.
El tiempo de angustia es el crisol que ha de producir caracteres cristianos.
Ha sido designado para conducir al pueblo de Dios a renunciar a Satanás y
a sus tentaciones. El conflicto final les revelará a Satanás en su verdadero
carácter, como un tirano cruel, y hará por ellos lo que ninguna otra cosa podría
hacer, desarraigarlo enteramente de sus afectos. Porque amar y acariciar el
pecado es amar y acariciar a su autor, aquel mortal enemigo de Cristo. Cuando
excusan el pecado y se aferran a la perversidad de carácter, le dan a Satanás
un lugar en sus afectos y le tributan homenaje.—
The Review and Herald, 12
de agosto de 1884
.
Todo el cielo se interesa en el hombre, y desea su salvación. Este es el gran
blanco a que apunta todo el trato de Dios con los seres individualmente. ...
Causa gran admiración en las huestes celestiales ver cuán poco se preocupan
de ser libertados de la esclavitud de las influencias malignas, ver a tan pocos
dispuestos a ejercitar todas sus facultades en armonía con Cristo en la gran
hora de la liberación. Si los hombres pudieran ver desplegadas ante ellos las
obras del gran engañador, destinadas a mantenerlos en la hiel de la amargura
y en la esclavitud de la iniquidad, cuán deseosos estarían de renunciar a las
obras de las tinieblas, cuán cuidadosos serían de no ceder a la tentación, con
cuánto cuidado verían y quitarían todo defecto que mancha la imagen de Dios
en ellos; cómo se apegarían a Jesús, y qué súplicas fervientes ascenderían al
cielo en busca de una experiencia más serena, más estrecha y más feliz con
Dios.—
Ibid
.
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