Página 345 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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El legado de paz de Cristo, 18 de noviembre
La paz os dejo, mi paz os doy: no como el mundo la da, yo os la doy. No
se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.
Juan 14:27
.
Poco antes de su crucifixión, Cristo les dió a sus discípulos un legado de
paz. ... Esta paz no es la paz que se adquiere a través de la conformidad con
el mundo. Es una paz interna más bien que una paz externa. Afuera habrá
guerras y luchas, causadas por la oposición de enemigos confesados, y la
frialdad y suspicacia de aquellos que pretenden ser amigos. La paz de Cristo
no hará desaparecer la división, sino que permanecerá entre las dificultades y
la división.
Aunque llevaba el título de Príncipe de Paz, Cristo dijo de sí mismo: “No
penséis que he venido para meter paz en la tierra: no he venido para meter paz,
sino espada”.
Mateo 10:34
. ... Aunque era el Príncipe de Paz sin embargo, era
causa de división.—
The Review and Herald, 16 de enero de 1900
.
Las familias deben ser divididas para que todos aquellos que invocan el
nombre del Señor se salven. Todos los que rehusan su amor infinito encon-
trarán que el cristianismo es una espada, un factor perturbador de su paz.
...
Es imposible que alguien llegue a ser un verdadero seguidor de Cristo
sin hacer distinción entre él y la masa mundana de incrédulos. Si el mundo
aceptara a Jesús, entonces no habría espada de disensión, porque todos serían
discípulos de Cristo y estarían en comunión unos con otros, y su unidad no
sería quebrantada. Pero ése no es el caso. Aquí y allá un miembro individual
de una familia es fiel a las convicciones de su conciencia, y es obligado a
permanecer solo. ... La línea demarcatoria se traza distintamente. Uno se
coloca sobre la Palabra de Dios, los otros sobre las tradiciones y los dichos de
los hombres. ...
La paz que Cristo les dió a sus discípulos, y por la cual oró, es la paz que
nace de la verdad, una paz que no se termina a causa de la división. Afuera
puede haber guerra y luchas, celos, envidias, odios y dificultades; pero la paz
de Cristo no es una paz que el mundo pueda dar o quitar.—
The Review and
Herald, 24 de julio de 1894
.
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