Página 344 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Paz en la aflicción, 17 de noviembre
Y la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento, guardará vuestros
corazones y vuestros entendimientos en Cristo Jesús.
Filipenses 4:7
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Jesús vino a la tierra para ser no sólo el Redentor del hombre, sino su
ejemplo. La suya fué una vida perfecta, una vida de mansedumbre, de humil-
dad, de pureza, y de ilimitada confianza en Dios. ... El nos enseñó en forma
práctica la gran lección de la confianza serena, constante e inconmovible en
nuestro Padre celestial. El permite que sobrevengan tentaciones, pruebas y
aflicciones a sus amados. Son sus providencias, castigos de misericordia para
llevarlos de vuelta cuando se aparten de su lado, y proporcionarles un sentido
más profundo de su presencia y cuidado providencial. La paz que sobrepasa
el entendimiento no es para aquellos que rehuyen las pruebas, las luchas y la
abnegación. ...
Jesús nos contempla a cada instante. Las nubes que se interponen entre
el alma y el Sol de Justicia son permitidas por la providencia de Dios para
fortalecer nuestra fe, a fin de que se aferre a las grandes esperanzas, a las
seguras promesas que brillan sin ser empañadas a través de las tinieblas de
cada tormenta. La fe debe aumentar a través de los conflictos y el sufrimiento.
Debemos aprender individualmente a sufrir y a ser fuertes, y a no abatirnos
por la debilidad. ...
Nuestro Padre celestial manifiesta una gran bondad cuando permite que
seamos colocados bajo circunstancias que disminuyen las atracciones de la
tierra y nos conducen a que coloquemos nuestros afectos en las cosas de
arriba. Con frecuencia la pérdida de las bendiciones terrenas nos enseña más
que el poseerlas. Cuando pasamos por pruebas y aflicciones, no significa que
tengamos una evidencia de que Jesús no nos ama y bendice. El misericordioso
Cordero de Dios identifica sus intereses con los de sus hijos que sufren. El los
guarda en todo momento. Conoce todas sus aflicciones; conoce cada sugestión
que hace Satanás, cada duda que tortura el alma. ... Defiende el caso del que
es tentado, del que yerra, y del que carece de fe. Se esfuerza por elevarlos
a un compañerismo con él. Su obra consiste en santificar a su pueblo, en
limpiarlo, ennoblecerlo y purificarlo, y llenar sus corazones de paz. Así los
está preparando para la gloria, el honor y la vida eterna; para una herencia
más rica y más perdurable que la de cualquier príncipe terrenal.—
The Review
and Herald, 12 de agosto de 1884
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