Página 357 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Cautivados por las riquezas de la gloria de Cristo, 30 de
noviembre
Si habéis pues resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde
está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de
arriba, no en las de la tierra.
Colosenses 3:1, 2
.
Cuando somos tentados a colocar nuestros afectos sobre cualquier objeto
terreno que tenga la tendencia a acaparar nuestro amor, debemos pedir gracia
para alejarnos de él y no permitir que se interponga entre nosotros y nuestro
Dios. Necesitamos mantener ante la mente las mansiones que Jesús ha ido
a preparar para nosotros. No debemos permitir que nuestras casas y tierras,
nuestras transacciones comerciales y empresas mundanas se interpongan entre
nosotros y Dios. Deberíamos mantener ante nosotros las abundantes promesas
que él ha dejado registradas. Deberíamos estudiar los grandes hitos que nos
señalan los tiempos en que vivimos. ...
Deberíamos orar fervientemente para estar preparados para las luchas del
gran día que Dios está preparando. Deberíamos regocijarnos por la perspectiva
de estar pronto con Jesús en las mansiones que él ha ido a preparar para
nosotros. ... Jesús puede suplir cada una de nuestras necesidades. ... Cuando
lo contempléis quedaréis cautivados por las riquezas de la gloria de su amor
divino. El amor idólatra por las cosas que se ven quedará suplantado por un
amor más grande y mejor por las cosas que son imperecederas y preciosas.
Debéis contemplar las riquezas eternas hasta que vuestros afectos se unan
a las cosas de arriba, y podáis ser un instrumento para dirigir a otros a que
coloquen sus afectos en las cosas celestiales. ...
Los que valoran correctamente el dinero son aquellos que ven en él un
medio para llevar la verdad a quienes nunca la han oído, y para rescatarlos del
poder del enemigo. Si un alma acepta la verdad, se reemplaza su amor por
las cosas terrenales. Ve la gloria superior de las cosas celestiales, aprecia las
excelencias de aquello que se relaciona con la vida eterna. Queda cautivado
por lo invisible y lo eterno. Se libera de las cosas terrenales. Contempla con
admiración las glorias invencibles del otro mundo. Comprende que sus pruebas
están obrando para él un peso de gloria superior y eterno, y en comparación
con las riquezas que ha de disfrutar las considera como leves aflicciones que
durarán sólo un momento.—
Carta 97, 1895, pp. 18, 19
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