Página 361 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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¡No una religión de remiendo! 2 de diciembre
Mas el que perseverare hasta el fin, éste será salvo.
Mateo 24:13
.
La religión edificada sobre el yo no tiene valor, porque Dios no transige
con los egoístas. ...
La religión de Cristo es una tela firme, compuesta de innumerables hi-
los, tejidos juntos con tacto y habilidad. Podemos tejer esta tela únicamente
mediante la sabiduría que Dios da. Cuando confiamos en nosotros mismos,
ponemos en ella hilos de egoísmo, y la tela queda arruinada.
Hay muchas clases de tela que al principio tienen una hermosa apariencia,
pero no soportan la prueba. Los colores no son firmes. Destiñen. Con el calor
del verano se decoloran y desaparecen. Esta clase de tela no puede soportar
un trato rudo, y tiene muy poco valor.
Así sucede con la religión. Cuando la trama y la urdimbre de la religión
no soportan la prueba de las dificultades, el material de que está compuesta
no tiene valor. Y el esfuerzo por remendar la tela vieja con un trozo nuevo,
no mejora las condiciones de las cosas, porque el material gastado se rompe
cuando lo unen al nuevo, y deja la abertura más grande que antes. Los remien-
dos no sirven. El único camino a seguir consiste en desechar el vestido viejo y
buscar uno nuevo. La religión del yo, compuesta de hilos que se decoloran y
ceden bajo la presión de la tentación, debe ser desechada para ser reemplazada
por la religión tejida por Aquel en cuya vida el egoísmo no encontró lugar.
El plan de Cristo es el único seguro. El declara: “He aquí, yo hago nuevas
todas las cosas”.
Apocalipsis 21:5
. “Si alguno está en Cristo, nueva criatura
es”.
2 Corintios 5:17
. El Señor no anima a nadie a pensar que él aceptará una
religión de remiendos. Tal religión no tiene valor ante su vista. Al principio
puede parecer que hay algo de yo y algo de Cristo; pero pronto se verá que no
hay nada de Cristo. Los remiendos del egoísmo aumentan hasta que todo el
vestido queda cubierto de ellos. ...
Una religión formada según el modelo divino es la única que perdurará.
Únicamente esforzándonos por vivir la vida de Cristo aquí, podremos pre-
pararnos para vivir con él a través de los siglos eternos.—
The Signs of the
Times, 8 de enero de 1902
.
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