Página 362 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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La señal especial de Dios, 3 de diciembre
Yo soy Jehová vuestro Dios; andad en mis ordenanzas, y guardad mis
derechos, y ponedlos por obra: Y santificad mis sábados, y sean por
señal entre mí y vosotros, para que sepáis que yo soy Jehová vuestro
Dios.
Ezequiel 20:19, 20
.
El sábado le fué dado a toda la humanidad para conmemorar la obra de la
creación. El gran Jehová, cuando colocó los fundamentos de la tierra, cuando
vistió a todo el mundo con su traje de hermosura, y creó todas las maravillas
de la tierra y del mar, instituyó el día sábado y lo santificó. Cuando las estrellas
de la mañana cantaban, y todos los hijos de Dios daban voces de gozo, el
sábado fué apartado como un monumento de Dios. Dios santificó y bendijo el
día en que había reposado de su obra maravillosa. ...
Así como el árbol del conocimiento fué colocado en el medio del huerto
del Edén, también el mandamiento que atañe al sábado fué colocado en medio
del Decálogo. Respecto del fruto del árbol del conocimiento, la prohibición
fué ésta: “No comeréis de él, ... porque no muráis”.
Génesis 3:3
. Dios dijo
acerca del sábado: No lo contaminaréis, sino que lo santificaréis. “Acordarte
has del día de reposo para santificarlo”.
Éxodo 20:8
. Así como el árbol del
conocimiento fué la prueba de la obediencia de Adán, también el cuarto
mandamiento es la prueba que Dios ha dado para probar la lealtad de todo su
pueblo.—
The Review and Herald, 30 de agosto de 1898
.
El sábado es una señal entre Dios y su pueblo. Es un día santo, dado por
el Creador al hombre como día de reposo, para reflexionar sobre las cosas
sagradas. Dios dispuso que fuera observado a través de las edades como un
pacto eterno. Debía considerárselo como un tesoro peculiar, como un legado
que debía ser cuidadosamente preservado.
Cuando observamos el sábado, recordemos que es la señal que el cielo
le ha dado al hombre de que es acepto en el Amado, de que si es obediente
puede entrar en la ciudad de Dios y participar del fruto del árbol de la vida. Al
dejar de trabajar el séptimo día, testificamos ante el mundo que estamos del
lado de Dios, y que nos esforzamos por vivir en perfecta conformidad con sus
mandamientos. Así reconocemos como nuestro soberano al Dios que creó al
mundo en seis días y reposó el séptimo.
El sábado es el broche que une a Dios y a su pueblo.—
The Review and
Herald, 28 de octubre de 1902
.
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