Página 363 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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En el tiempo de prueba, 4 de diciembre
Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto
y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta
las mil generaciones.
Deuteronomio 7:9
.
¿Dónde estaremos antes de que terminen las mil generaciones menciona-
das en este texto? Nuestro destino estará decidido para la eternidad. Habremos
sido encontrados dignos de un hogar en el reino eterno de Dios, o habremos
recibido la sentencia de la muerte eterna.—
The Review and Herald, 4 de
agosto de 1904
.
Dios está probando a su pueblo para ver quién es leal a los principios de su
verdad. Nuestra obra consiste en proclamar al mundo el mensaje del primer,
segundo y tercer ángeles. En el cumplimiento de nuestro deber no debemos
despreciar ni temer a nuestros enemigos. ...
El verdadero día de reposo debe ser la señal que distinga a aquellos que
sirven a Dios de aquellos que no le sirven. Que despierten aquellos que se
han tornado indiferentes y soñolientos. Se nos pide que seamos santos, y
debemos evitar cuidadosamente causar la impresión de que consideramos de
poca importancia si retenemos o no las características peculiares de nuestra
fe. Sobre nosotros descansa la solemne obligación de adoptar una decisión
más definida por la verdad y la justicia que la que hemos tenido en el pasado.
La línea de demarcación entre los que guardan los mandamientos de Dios
y entre los que no los guardan, debe manifestarse con inequívoca claridad.
Debemos honrar a Dios a conciencia, y utilizar diligentemente cada medio para
conservar nuestra alianza con él para que podamos recibir sus bendiciones—
las bendiciones que son tan esenciales para un pueblo que ha de ser probado
tan severamente. Causar la impresión de que nuestra fe, nuestra religión no es
un poder dominante en nuestras vidas, es deshonrar grandemente a Dios. Así
nos alejamos de sus mandamientos, que son nuestra vida
Ibid
.
Confiando en Dios debemos adelantar firmemente, debemos realizar su
obra sin egoísmos, dependiendo humildemente de él, colocándonos nosotros
mismos y nuestro presente y futuro bajo su sabia providencia, manteniendo el
principio de nuestra confianza firme hasta el fin, recordando que no recibimos
las bendiciones del cielo a causa de nuestra propia dignidad, sino por los
méritos de Cristo, y nuestra aceptación, a través de la fe en él, de la abundante
gracia de Dios.—
Ibid
.
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