Página 84 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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La plenitud del rescate de Cristo, 13 de marzo
Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que
fuésemos santos y sin mancha delante de él en amor; habiéndonos
predestinado para ser adoptados hijos por Jesucristo a sí mismo, según
el puro afecto de su voluntad.
Efesios 1:4, 5
.
En el concilio del cielo se hizo provisión para que los hombres, aunque
fueran transgresores, no perecieran en su desobediencia, sino que, mediante la
fe en Cristo como su sustituto y garantía, pudieran llegar a ser los elegidos de
Dios. ... Dios quiere que todos los hombres se salven, porque se ha hecho una
amplia provisión para pagar el rescate del hombre, mediante su Hijo unigénito.
Aquellos que perezcan, perecerán porque rehusarán ser adoptados como hijos
de Dios a través de Jesucristo. El orgullo del hombre le impide que acepte la
provisión para la salvación. Pero el mérito humano no bastará para admitir un
hombre a la presencia de Dios. Lo que hace aceptable a un hombre delante de
Dios, es la gracia impartida de Cristo, a través de la fe en su nombre. No se
puede colocar ninguna confianza en las obras, ni en los felices vuelos de los
sentimientos, como evidencia de que los hombres han sido elegidos por Dios,
porque los elegidos lo son a través de Cristo.
Jesús dice: “Y al que a mí viene, no le echo fuera”.
Juan 6:37
. Cuando el
pecador arrepentido acude a Cristo, consciente de su culpa y de su indignidad,
comprendiendo que merece el castigo, pero confiando en la misericordia y
el amor de Cristo, él no lo echará afuera. Se le concede el amor perdonador
de Dios, y de su corazón surge gozosa gratitud por la infinita comprensión
y el amor de su Salvador. Esa provisión fué hecha para él en los concilios
celestiales, antes de la fundación del mundo, y la comprensión de ello, y de
que Cristo tuvo que cargar con la penalidad que merecía la transgresión del
hombre, e imputarle a él su justicia, lo abruma de asombro.—
The Signs of the
Times, 2 de enero de 1893
.
El Padre lleva nuestros pecados a un lugar donde ninguna otra cosa, sino
su ojo, puede verlos, y así como ocultó su rostro de la inocencia de Cristo,
también ocultará sus ojos de la culpa del pecador creyente, a causa de la justicia
que le ha sido imputada. La justicia de Cristo, que nos es concedida, nos traerá
las bendiciones más preciosas en esta vida, y derramará sobre nosotros vida
eterna en el reino de Dios.—
The Signs of the Times, 8 de diciembre de 1898
.
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