Página 119 - Obreros Evang

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El comportamiento apropiado
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para elevarse por encima de las seductoras y engañosas tentaciones
de Satanás y llegar a ser cristianos leales y consagrados.
Los predicadores han de dar un ejemplo digno
Los predicadores deben dar a los jóvenes un ejemplo digno, que
corresponda a su santa vocación. Deben ayudar a los jóvenes a ser
francos, aunque modestos y dignos en todo su trato. Día tras día
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siembran semillas que brotarán y llevarán fruto. Han de poner a
un lado toda grosería, toda trivialidad, recordando siempre que son
educadores; que, quiéranlo o no, sus palabras y hechos son para
aquellos con quienes estén en contacto un sabor de vida o de muerte.
Lo que se necesita es disciplina de espíritu, pureza de corazón
y pensamiento. La pureza moral depende del pensar y obrar de la
manera debida. Los malos pensamientos destruyen el alma, mien-
tras que el debido dominio de ellos prepara la mente para trabajar
armoniosamente para el Maestro. Todo pensamiento debe ser puesto
cautivo en obediencia a Cristo.
Los que enseñan la verdad deben ser hombres prudentes, muy
cuidadosos en cuanto a sus palabras y acciones. Deben ser hombres
que den alimento en sazón al rebaño de Dios; hombres que no
presten el menor apoyo a las bajas normas de vida; hombres que
tengan aquella fe que obra por amor, y purifica el alma de todo
pensamiento y deseo carnales. Los obreros que tengan este carácter
no se envilecerán en lo terreno; no estarán sujetos en servidumbre
a seres humanos o a las tentaciones de Satanás. Se portarán como
hombres, y serán fuertes. Volverán el rostro hacia el Sol de justicia,
elevándose por encima de todas las cosas bajas a una atmósfera libre
de contaminación espiritual y moral.
El que vive conforme a los principios de la religión bíblica, no
será hallado débil en poder moral. Bajo la influencia ennoblecedora
del Espíritu Santo, los gustos e inclinaciones se volverán puros
y santos. Nada se posesiona tan fuertemente de los afectos, nada
penetra tan hondamente en los motivos más profundos de la acción,
nada ejerce tan potente influencia sobre la vida, ni da tan grande
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firmeza y estabilidad al carácter como la religión de Cristo. Impulsa
a su seguidor siempre hacia arriba, inspirándole nobles propósitos,