Página 182 - Obreros Evang

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Una división del trabajo
Un grave y tal vez no sospechado impedimento para el éxito de
la verdad se halla en nuestras iglesias mismas. Cuando se hace un
esfuerzo para presentar nuestra fe a los no creyentes, con demasiada
frecuencia los miembros de la iglesia quedan indiferentes, como si
no fuesen parte interesada en el asunto, y dejan que toda la carga
recaiga sobre el predicador. Por esta razón, la labor de nuestros
predicadores más capaces ha producido a veces poco fruto. Pueden
predicarse los mejores sermones que sea posible dar, el mensaje
puede ser precisamente lo que la gente necesita, y sin embargo, no
se ganan almas como gavillas que presentar a Cristo.
Cuando trabaje donde ya haya algunos creyentes, el predicador
debe primero no tanto tratar de convertir a los no creyentes como pre-
parar a los miembros de la iglesia para que presten una cooperación
aceptable. Trabaje él por ellos individualmente, esforzándose por
inducirlos a buscar una experiencia más profunda para sí mismos, y
a trabajar para otros. Cuando estén preparados para cooperar con el
predicador por sus oraciones y labores, mayor éxito acompañará sus
esfuerzos.
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Nada duradero puede lograrse para las iglesias de diferentes
lugares a menos que se las incite a sentir que pesa sobre ellas una
responsabilidad. Cada miembro del cuerpo debe sentir que la sal-
vación de su propia alma depende de su esfuerzo individual. Las
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almas no se pueden salvar sin esfuerzo. El ministro no puede sal-
var a la gente. El puede ser un conducto por medio del cual Dios
imparta luz a su pueblo; pero después que la luz ha sido dada al
pueblo le toca apropiarse de ella, y a su vez dejarla resplandecer
para otros.—
Testimonies for the Church 2:121
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