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La esposa del predicador
En lo pasado, las esposas de los predicadores sufrían necesidad
y persecución. Cuando sus esposos sufrían encarcelamiento, y a
veces la muerte, esas mujeres nobles y abnegadas sufrían con ellos,
y su recompensa era igual a la concedida al esposo. La Sra. de
Boardman y la Sra. de Judson sufrieron por la verdad,—sufrieron
con sus compañeros. Sacrificaron hogares y amigos en todo sentido
de la palabra, para ayudar a sus compañeros en la obra de iluminar
a aquellos que moraban en tinieblas; para revelarles los misterios
ocultos de la Palabra de Dios. Su vida estaba constantemente en
peligro. La salvación de las almas era su gran objetivo, y por él
podían sufrir gustosamente....
Si la esposa del predicador lo acompaña en sus viajes, no debe
ir para su propio placer, para hacer visitas y ser atendida, sino para
trabajar con él. Debe tener igual interés que el de él por hacer bien.
Debe estar dispuesta a acompañar a su esposo, si no se lo impiden
los cuidados del hogar, y ayudarle en sus esfuerzos por salvar almas.
Con mansedumbre y humildad, aunque con noble confianza en sí
misma, debe ejercer una influencia dominante sobre las mentes de
quienes la rodean, y debe desempeñar su parte y llevar su cruz y carga
en la reunión, en derredor del altar de la familia y en la conversación
en el hogar. Esto es lo que la gente espera de ella, y con derecho. Si
estas expectaciones no se realizan, más de la mitad de la influencia
del esposo queda destruida.
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La esposa del predicador puede hacer mucho bien si quiere. Si
posee el espíritu de renunciamiento, y siente amor por las almas,
puede hacer a su lado casi tanto bien como él. Una obrera en la causa
de la verdad puede comprender y alcanzar, especialmente entre las
hermanas, ciertos casos que el predicador no puede alcanzar.
Recae sobre la esposa del predicador una responsabilidad que
ella no debe ni puede desechar con ligereza. Dios le pedirá cuenta del
talento que le prestó y de sus intereses. Ella debe trabajar con fervor
y fidelidad, y en unión con su esposo, para salvar almas. Nunca debe
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