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Obreros Evangélicos
imponer sus deseos, ni expresar falta de interés en la obra de su espo-
so, ni espaciarse en sentimientos de nostalgia y descontento. Todos
estos sentimientos naturales deben ser dominados. Debe tener un
propósito en la vida, y llevarlo a cabo sin la menor vacilación. ¡Qué
importa que esto esté en conflicto con los sentimientos, placeres y
gustos naturales! Estos deben ser sacrificados alegre y gustosamente,
a fin de hacer bien y salvar almas.
Las esposas de los predicadores deben vivir una vida de con-
sagración y oración. Pero algunas quisieran gozar una religión sin
cruces, que no pida abnegación ni esfuerzo de parte suya. En vez
de portarse noblemente, apoyándose en Dios para obtener fuerza, y
llevando su responsabilidad individual, durante gran parte del tiem-
po han dependido de otros, sacando su vida espiritual de ellos. Si
quisieran tan sólo apoyarse confiadamente, como niños, en Dios, y
concentrar sus afectos en Jesús, sacando su vida de Cristo, la vid
viviente, ¡cuánto bien podrían hacer, qué ayuda podrían ser para
otros, qué apoyo prestarían a sus esposos; y qué recompensa ten-
drían al fin! Las palabras: “Bien, buen siervo y fiel,” sonarían en
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sus oídos como suave música. Las palabras: “Entra en el gozo de tu
Señor,” las recompensarían mil veces de todos los sufrimientos y las
pruebas soportados para salvar almas preciosas.—
Testimonies for
the Church 1:451-453
.
* * * * *
Si entran en la obra hombres casados, dejando a sus esposas en
casa para que cuiden a los niños, la esposa y madre está haciendo
una obra tan grande e importante como la que hace el esposo y padre.
Mientras que el uno está en el campo misionero, la otra es misionera
en el hogar, y con frecuencia sus ansiedades y cargas exceden en
mucho a las del esposo y padre. La obra de la madre es solemne e
importante, a saber, la de amoldar las mentes y formar el carácter de
sus hijos, prepararlos para ser útiles en esta vida, e idóneos para la
venidera, inmortal.
El esposo puede recibir honores de los hombres en el campo
misionero, mientras que la que se afana en casa no recibe recono-
cimiento terreno alguno por su labor; pero si trabaja en pro de los
mejores intereses de su familia, tratando de formar su carácter según