Página 190 - Obreros Evang

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El predicador en su hogar
Dios quiere que en su vida en el hogar el que enseña la Biblia
ejemplifique las verdades que presenta. La clase de hombre que
sea tendrá mayor influencia que lo que diga. La piedad en la vida
diaria dará poder al testimonio público. Su paciencia, su carácter
consecuente y el amor que ejerza impresionarán corazones que los
sermones no alcanzarían.
Los deberes propios del predicador lo rodean, lejos y cerca; pero
su primer deber es para con sus hijos. No debe dejarse embargar por
sus deberes exteriores hasta el punto de descuidar la instrucción que
sus hijos necesitan. Puede atribuir poca importancia a sus deberes
en el hogar; pero en realidad sobre ellos descansa el bienestar de los
individuos y de la sociedad. En extenso grado, la felicidad de los
hombres y mujeres y el éxito de la iglesia dependen de la influencia
ejercida en el hogar. Hay intereses eternos implicados en el debido
desempeño de los deberes diarios de la vida. El mundo no necesita
tanto a grandes intelectos como a hombres buenos, que sean una
bendición en sus hogares.
Ninguna disculpa tiene el predicador por descuidar el círculo
interior en favor del círculo mayor. El bienestar espiritual de su
familia está ante todo. En el día del ajuste final de cuentas, Dios le
preguntará qué hizo para llevar a Cristo a aquellos de cuya llegada al
mundo se hizo responsable. El mucho bien que haya hecho a otros
no puede cancelar la deuda que él tiene con Dios en cuanto a cuidar
de sus propios hijos.
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Debe existir en la familia del predicador una unidad que predique
un sermón eficaz sobre la piedad práctica. Al hacer fielmente su
deber en el hogar, en cuanto a refrenar, corregir, aconsejar, dirigir y
guiar, el predicador y su esposa se vuelven más idóneos para trabajar
en la iglesia, y multiplican los elementos con que cuentan para
realizar la obra de Dios fuera del hogar. Los miembros de su familia
vienen a ser miembros de la familia del cielo, y son un poder para
bien y ejercen una influencia abarcante.
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