Página 205 - Obreros Evang

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La enseñanza de la generosidad
Nunca debe el obrero que suscita pequeños grupos aquí y allí dar
a los recién nacidos a la fe la impresión de que Dios no requiere de
ellos que trabajen sistemáticamente en la tarea de ayudar a sostener
la causa con su obra personal y con sus recursos. Con frecuencia, los
que reciben la verdad se hallan entre los pobres en bienes terrenos;
pero no deben hacer de ello una excusa para descuidar aquellos
deberes que les incumben en reconocimiento de la preciosa luz que
han recibido. No deben dejar que la pobreza les impida allegarse
tesoros en los cielos. Las bendiciones que están al alcance de los
ricos lo están también al de los pobres. Si son fieles en emplear lo
poco que poseen, su tesoro en los cielos aumentará de acuerdo con
su fidelidad. Es el motivo, no la cantidad, lo que hace valiosas sus
ofrendas a la vista del cielo.
A todos se debe enseñar a hacer lo que puedan por el Maestro;
a devolverle según él los prosperó. El pide como deuda justa un
diezmo de sus ingresos, sean grandes o pequeños; y aquellos que
lo retienen, cometen un robo hacia él, y no pueden esperar que su
mano prosperadora esté con ellos. Aun cuando la iglesia se compon-
ga mayormente de hermanos pobres, el asunto de la benevolencia
sistemática debe explicarse cabalmente, y debe adoptarse el plan de
todo corazón. Dios puede cumplir sus promesas. Sus recursos son
infinitos, y él los emplea todos en el cumplimiento de su voluntad.
Y cuando ve un fiel cumplimiento del deber en el pago del diezmo,
a menudo, en su sabia Providencia, abre caminos para que aumenten
los ingresos. El que cumpla la disposición de Dios en lo poco que
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le haya sido dado, recibirá el mismo pago que aquel que da de su
abundancia.
Lo mismo se aplica también a aquellos que dedican alegremente
sus talentos y capacidad a la causa de Dios, mientras que aquellos
que dejan de aprovechar lo que les ha sido dado incurrirán en la
misma pérdida que si ese poco hubiese sido mucho. Fué el hombre
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