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Obreros Evangélicos
ciales en estas palabras: “Tomen masa de higos, y pónganla en la
llaga, y sanará.
En cierta ocasión Cristo ungió los ojos de un ciego con barro, y
le ordenó: “Ve, lávate en el estanque de Siloé.... Y fué entonces, y
lavóse, y volvió viendo.
La curación podía efectuarse únicamente
por el poder del gran Sanador, y sin embargo, Cristo empleó los sen-
cillos agentes de la naturaleza. Aunque no abogó por la medicación
con drogas, sancionó el empleo de remedios sencillos y naturales.
Cuando hayamos orado por el restablecimiento de los enfermos,
cualquiera que sea el resultado del caso, no perdamos la fe en Dios.
Si somos llamados a afrontar el duelo, aceptemos el amargo cáliz,
recordando que la mano de un Padre lo acerca a nuestros labios.
Pero si él devuelve la salud, no hay que olvidar que aquel que recibió
la merced sanadora se halla bajo renovadas obligaciones para con
el Creador. Cuando los diez leprosos fueron purificados, uno solo
volvió para ver a Jesús y darle gloria. No sea ninguno de nosotros
como los nueve olvidadizos, cuyos corazones no fueron conmovidos
por la misericordia de Dios. “Toda buena dádiva y todo don perfecto
es de lo alto, que desciende del Padre de las luces, en el cual no hay
mudanza, ni sombra de variación.
The Ministry of Healing,
227-233
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[234]
Isaías 38:21
Juan 9:7
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Santiago 1:17
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