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La oración por los enfermos
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No todos comprenden estos principios. Muchos de los que bus-
can la misericordia sanadora del Señor piensan que el no recibir una
respuesta directa e inmediata a su oración, indica que su fe es defi-
ciente. Por esta razón, los que están debilitados por la enfermedad
necesitan ser aconsejados sabiamente, a fin de obrar con discreción.
No deben pasar por alto su deber para con los amigos que les sobre-
vivan, ni descuidar el empleo de los agentes de la naturaleza para
devolver la salud.
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A menudo existe peligro de error en esto. Creyendo que serán
sanados en contestación a la oración, algunos temen hacer algo que
parecería indicar falta de fe. Pero no deben descuidar de poner sus
asuntos en orden como lo harían si contasen con ser llevados por
la muerte. Ni tampoco deben temer decir las palabras de aliento y
consejo que en la hora de partida deseen decir a sus amados.
Los agentes terapéuticos
Aquellos que buscan la curación por la oración no deben descui-
dar el empleo de los agentes terapéuticos que estén a su alcance. No
es negación de la fe el empleo de los remedios que Dios proveyó
para aliviar el dolor y ayudar a la naturaleza en su trabajo de restau-
ración. No es negación de la fe el cooperar con Dios, y ponernos
en la condición más favorable para el restablecimiento. Dios nos ha
habilitado para obtener conocimiento de las leyes de la vida. Este
conocimiento ha sido puesto a nuestro alcance para que lo usemos.
Debemos emplear toda facilidad provista para recuperar la salud,
aprovechar toda ventaja posible y trabajar en armonía con las leyes
naturales. Cuando hemos orado por el restablecimiento de los en-
fermos podemos trabajar con energía tanto mayor, dando gracias a
Dios por el privilegio de cooperar con él, y pidiendo su bendición
sobre los medios que él mismo proveyó.
Tenemos la sanción de la Palabra de Dios para el empleo de
agentes terapéuticos. Ezequías, rey de Israel, enfermó una vez, y un
profeta de Dios le trajo el mensaje de que iba a morir. El clamó al
Señor, y el Señor oyó a su siervo, y le avisó que quince años serían
añadidos a su vida. Ahora bien, una palabra de Dios habría sanado
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instantáneamente a Ezequías; pero fueron dadas instrucciones espe-