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Obreros Evangélicos
voluntad de Dios cuando estaba en el huerto de Getsemaní y rogaba:
“Padre mío, si es posible, pase de mí este vaso.
Y si eran apropiadas
para él, el Hijo de Dios, ¡cuánto más han de convenir a los labios de
los finitos y errantes mortales!
Para ser consecuentes, debemos comunicar nuestros deseos a
nuestro omnisapiente Padre celestial, y luego, con perfecta confian-
za, entregárselo todo a él. Sabemos que Dios nos oye si le pedimos
conforme a su voluntad. Pero el tratar de apremiarlo con nuestras pe-
ticiones, sin tener espíritu sumiso, no es correcto; nuestras oraciones
deben asumir la forma, no de una orden, sino de una intercesión.
Hay casos en que Dios obra decididamente por su poder divino
en el restablecimiento de la salud. Pero no todos los enfermos sanan.
Muchos duermen en Jesús. A Juan en la isla de Patmos le fué
ordenado que escribiese: “Bienaventurados los muertos que de aquí
adelante mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, que decansarán
de sus trabajos; porque sus obras con ellos siguen.
De ello se
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desprende que si las personas no se restablecen, no debe juzgárselas
por ello como carentes de fe.
Todos deseamos recibir contestaciones inmediatas y directas a
nuestras oraciones, y estamos tentados a desanimarnos cuando la
contestación demora o nos llega en una forma que no esperába-
mos. Pero Dios es demasiado sabio y bueno para contestar nuestras
oraciones siempre en el preciso momento y de la precisa manera
que deseamos. El hará para nosotros algo más y mejor que cumplir
con todos nuestros deseos. Y como podemos confiar en su sabidu-
ría y amor, no debemos pedirle que nos conceda lo que queremos,
sino tratar de compenetrarnos de su propósito y ejecutarlo. Nuestros
deseos e intereses deben perderse en su voluntad.
Estas experiencias que prueban la fe son para beneficio nuestro.
Por ellas se pone de manifiesto si nuestra fe es verdadera y sincera y
descansa en la Palabra de Dios sola, o si, dependiendo de las circuns-
tancias, es incierta y variable. La fe queda fortalecida por el ejercicio.
Debemos dejar a la paciencia hacer su obra perfecta, recordando que
hay en las Escrituras preciosas promesas para aquellos que esperan
en el Señor.
Mateo 26:39
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Apocalipsis 14:13
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