Página 223 - Obreros Evang

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Nuestro deber en la preservación de la salud
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como a cosa incierta; de esta manera peleo, no como quien hiere el
aire: antes hiero mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre; no sea que,
habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado.
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Régimen insuficiente
No creáis, sin embargo, que es deber vuestro vivir con un ré-
gimen alimenticio insuficiente. Aprended por vosotros mismos lo
que debéis comer, qué clases de alimentos nutren mejor el cuerpo, y
luego seguid los dictados de la razón y de la conciencia. A la hora
de comer, desechad la congoja y las preocupaciones. No estéis apre-
surados, sino comed lentamente y con alegría, con el corazón lleno
de gratitud hacia Dios por todas sus bendiciones. Y no os dediquéis
a la labor cerebral inmediatamente después de una comida. Haced
una moderada cantidad de ejercicio, y dad un poco de tiempo al
estómago para empezar su trabajo.
Estos no son asuntos de poca importancia. Debemos dedicarles
atención si se ha de dar sano vigor y el debido tono a las diversas
modalidades de la obra. El carácter y la eficacia de la obra dependen
en gran parte de la condición física de los obreros. Muchas reuniones
de junta y otras reuniones de consejo han asumido un tono lamen-
table por causa del estado dispéptico de los que estaban reunidos.
Y más de un sermón recibió un matiz sombrío por la digestión del
predicador.
La salud es una bendición inestimable, que está más íntimamente
relacionada con la conciencia y la religión de lo que muchos piensan.
Tiene mucho que ver con la capacidad de uno. Todo predicador debe
tener presente el sentimiento de que para ser un fiel guardián del
rebaño, debe conservar todas sus facultades en condición de prestar
el mejor servicio posible.
Nuestros obreros deben hacer uso de su conocimiento de las
leyes de la vida y la salud. Leed lo escrito por los mejores autores
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acerca del asunto, y obedeced religiosamente lo que vuestra razón
os dice que es la verdad.
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1 Corintios 9:24-27
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