Página 235 - Obreros Evang

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La oración secreta
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espirituales perderán su vitalidad, la experiencia religiosa carecerá
de salud y vigor.
Es únicamente en el altar de Dios donde podemos encender
nuestras antorchas con fuego divino. Será únicamente la luz divina
la que revelará la pequeñez, la ineptitud de la capacidad humana,
y la que dará una clara visión de la perfección y pureza de Cristo.
Es únicamente contemplando a Jesús como llegamos a desear ser
semejantes a él; es únicamente al ver su justicia, como sentimos
hambre y sed de poseerla; y únicamente cuando pidamos en oración
ferviente nos otorgará Dios el deseo de nuestro corazón.
Los mensajeros de Dios deben pasar mucho tiempo con él, si
quieren tener éxito en su obra. Se cuenta lo siguiente acerca de una
anciana del Lancashire que estaba escuchando las razones que sus
vecinas daban para explicar el éxito de su pastor. Hablaban de sus
dones, de su modo de hablar, de sus modales. Pero ella dijo:
—No; yo les voy a decir en qué consiste todo. Vuestro pastor
pasa mucho tiempo con el Todopoderoso.
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Cuando los hombres sean tan consagrados como Elías y posean
la fe que él tenía, Dios se revelará como entonces. Cuando los
hombres eleven súplicas al Señor como Jacob, se volverán a ver
los resultados que se vieron entonces. Vendrá poder de Dios en
respuesta a la oración de fe.
Porque la vida de Jesús fué una vida de confianza constante,
sostenida por la comunión continua, su servicio para el cielo fué
sin fracaso ni vacilación. Diariamente asediado por la tentación,
constantemente contrariado por los dirigentes del pueblo, Cristo
sabía que debía fortalecer su humanidad por la oración. A fin de ser
útil a los hombres, debía comulgar con Dios, y obtener de él energía,
perseverancia y constancia.
El Salvador amaba la soledad de la montaña para estar en co-
munión con su Padre. Durante el día trabajaba ardorosamente para
salvar a los hombres de la destrucción. Sanaba a los enfermos, con-
solaba a los que lloraban, devolvía la vida a los muertos, e infundía
esperanza y alegría a los que desesperaban. Terminada su labor del
día, se apartaba, noche tras noche, de la confusión de la ciudad, y se
postraba ante su Padre en oración. Con frecuencia seguía elevando
sus peticiones durante toda la noche; pero salía de estos momentos