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Obreros Evangélicos
de comunión vigorizado y refrigerado, fortalecido para el deber y la
prueba.
¿Están los ministros de Cristo tentados y fieramente azotados
por Satanás? Así también lo fué Aquel que no conoció pecado. En
la hora de angustia se volvía hacia su Padre. Siendo él mismo una
fuente de bendición y fuerza, podía sanar a los enfermos y resucitar a
los muertos; podía dar órdenes a la tempestad y ésta le obedecía; sin
embargo, oraba, muchas veces con fuerte llanto y lágrimas. Oraba
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por sus discípulos y por sí mismo, identificándose así con los seres
humanos. El era poderoso en la oración. Como Príncipe de la vida,
tenía poder con Dios, y prevalecía.
Los predicadores que sean verdaderamente representantes de
Cristo serán hombres de oración. Con un fervor y una fe innegables,
pedirán a Dios que los fortalezca para el servicio, y santifique sus
labios por el toque del carbón vivo, a fin de que sepan hablar sus
palabras a la gente.
La oración es el acto de abrir el corazón a Dios como a un amigo.
El ojo de la fe discernirá a Dios muy cerca, y el suplicante puede
obtener preciosa evidencia del amor y cuidado de Dios hacia él.
La oración que Natanael elevara provenía de un corazón sincero, y
fué oída y contestada por el Maestro. El Señor lee los corazones de
todos, y “la oración de los rectos es su gozo.
El no tardará en oír a
aquellos que le abran sus corazones, sin exaltar al yo, más sintiendo
sinceramente su debilidad e indignidad.
Se necesita de la oración, de la oración fervorosa, agonizante, tal
como la ofreciera David cuando exclamó: “Como el ciervo brama
por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma
mía.” “He codiciado tus mandamientos.” “Deseado he tu salud.”
“Codicia y aun ardientemente desea mi alma los atrios de Jehová:
mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo.
Los que enseñan y predican más eficazmente son aquellos que
esperan humildemente en Dios, y tienen hambre de dirección y
gracia. Velar, orar, trabajar, tal es la consigna del cristiano. La vida
de un verdadero cristiano es una vida de oración constante. El sabe
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que la luz y fuerza de un día no bastan para las pruebas y conflictos
Proverbios 15:8
.
Salmos 42:1; 119:40, 174; 84:2
.