Página 291 - Obreros Evang

Basic HTML Version

La confianza propia
287
Mientras consultéis a vuestras dudas y temores, o tratéis de re-
solver todo lo que no podáis comprender claramente antes de tener
fe, vuestras perplejidades no harán sino aumentar y profundizarse.
Si os allegáis a Dios, sintiéndoos impotentes y dependientes de él,
como lo sois en realidad, y en una oración humilde y confiada dais
a conocer vuestras necesidades a Aquel cuyo saber es infinito, que
lo ve todo en la creación, y que lo gobierna todo por su voluntad y
palabra, él podrá y querrá escuchar vuestro clamor, y hará resplan-
decer la luz en vuestro corazón y en derredor vuestro; porque por
[336]
medio de la oración sincera vuestra alma se pone en relación con
la mente del Ser infinito. Tal vez no tengáis en el mismo momento
notable evidencia de que el rostro de vuestro Redentor se inclina
sobre vosotros con compasión y amor, pero así es. Tal vez no sintáis
la presión de su toque, pero su mano reposa sobre vosotros con amor
y ternura compasiva....
Necesitáis velar constantemente, para que Satanás no os seduzca
con sus sutilezas, corrompa vuestra mente, os induzca a inconse-
cuencias y os suma en densas tinieblas. Vuestra vigilancia debe ser
caracterizada por un espíritu de humilde dependencia de Dios. No
debe verificarse con un espíritu orgulloso, que fíe en sí mismo, sino
con un profundo sentimiento de vuestra debilidad personal, y una
confianza infantil en las promesas de Dios.
Días de conflicto y angustia del alma
Es ahora una tarea fácil y placentera predicar la verdad del men-
saje del tercer ángel en comparación con lo que era en los comienzos
del mensaje, cuando sus adeptos eran pocos, y éramos tenidos por
fanáticos. Los que llevaron la responsabilidad de la obra durante el
nacimiento y los primeros pasos del mensaje, supieron lo que son
el conflicto y la angustia del alma. Noche y día la carga descan-
saba pesadamente sobre ellos. Ellos no pensaban en descansar ni
en buscar sus conveniencias, ni siquiera cuando los apremiaban los
sufrimientos y la enfermedad. Lo corto del tiempo exigía actividad,
y los obreros eran pocos.
Con frecuencia, cuando se veían en aprietos, pasaban toda la
noche en oración ferviente y agonizante, con lágrimas, para pedir
[337]
que Dios los ayudase y que brillase la luz sobre su Palabra. Cuan-