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Obreros Evangélicos
La fraternidad humana
En la fraternidad humana, se requiere toda clase de talento para
hacer un perfecto conjunto; y la iglesia de Cristo está compuesta
de hombres y mujeres de diversos talentos, y de todas clases. Dios
no quiso nunca que el orgullo de los hombres abrogase lo que su
sabiduría había ordenado, a saber: la combinación de mentes de
toda clase, de todos los diversos talentos para formar un conjunto
completo. Nadie debe menoscabar ninguna parte de la gran obra de
Dios, sean los agentes encumbrados o humildes. Todos tienen que
hacer su parte en cuanto a difundir la luz en diferentes grados.
No debe haber monopolio de lo que, en cierta medida, pertenece
a todos, encumbrados y humildes, ricos y pobres, sabios e ignoran-
tes. Ningún rayo de luz debe ser estimado en menos que su valor,
ningún rayo debe ser cegado ni pasar inadvertido, ni siquiera ser
reconocido de mala gana. Desempeñen todos su parte para la verdad
y la justicia. Los intereses de las diferentes clases de la sociedad
están indisolublemente unidos. Estamos todos entretejidos en la gran
trama de la humanidad, y no podemos retirar nuestras simpatías unos
de otros, sin que haya pérdida. Es imposible que se conserve una
influencia sana en la iglesia cuando no existen esta simpatía y este
interés recíprocos.
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El espíritu exclusivo
Para Dios no hay castas. El ignora cuanto se asemeje a ello.
Todas las almas tienen valor para él. El trabajar por la salvación
de las almas es un empleo digno del más alto honor. No importa
cuál sea la forma de nuestra labor, ni entre qué clase se verifique,
ora sea elevada o humilde. A los ojos de Dios estas distinciones no
afectan su verdadero valor. El alma sincera, ferviente y contrita, por
ignorante que sea, es preciosa a la vista del Señor. El pone su propia
señal sobre los hombres, juzgándolos, no por su jerarquía, ni por
su riqueza, ni por su grandeza intelectual, sino por su unidad con
Cristo. El ignorante, el paria, el esclavo, si ha aprovechado hasta el
máximo grado sus oportunidades y privilegios, si ha apreciado la
luz que Dios le dió, ha hecho todo cuanto se pedía de él. El mundo
puede llamarlo ignorante, pero Dios lo llama sabio y bueno, y así su