Página 305 - Obreros Evang

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El retraimiento
Muchos ministros se ocupan incesantemente en leer y escribir,
lo cual los incapacita para la obra pastoral. Consumen en estudios
abstractos un tiempo valioso, que debieran dedicar a ayudar a los
menesterosos en el debido momento. Algunos predicadores se han
entregado a la obra de escribir durante un período de interés religio-
so pronunciado, y a veces estos escritos no tienen ninguna relación
especial con el trabajo que tienen entre manos. En tales ocasiones,
es deber del predicador dedicar toda su fuerza a fomentar el interés
manifiesto. Su mente debe estar despejada y concentrada sobre el
único objeto de salvar almas. Si otros temas preocupan sus pensa-
mientos, pueden perderse para la causa muchos que podrían haber
sido salvados por una instrucción oportuna.
Cuando les llega la tentación de retraerse, y dedicarse a leer
y escribir en un tiempo en que otros deberes exigen su atención
inmediata, los predicadores deben ser bastante fuertes para negarse
a sí mismos y dedicarse a la obra que los confronta directamente.
Esta es indudablemente una de las pruebas más duras a que pueda
someterse una mente estudiosa.
Con frecuencia un pastor descuida vergonzosamente los deberes
que le incumben, porque carece de fuerza para sacrificar sus inclina-
ciones personales al retraimiento y el estudio. El pastor debe visitar
a sus feligreses de casa en casa, enseñando, conversando y orando
con cada familia, y atendiendo al bienestar de sus almas. No debe
descuidarse a los que hayan manifestado un deseo de conocer los
principios de nuestra fe, sino que se los ha de instruir cabalmente en
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la verdad.
Ciertos predicadores, invitados a la casa por el jefe de familia,
han pasado las pocas horas de sus visitas recluídos en una pieza ais-
lada para satisfacer su inclinación a la lectura y a escribir. La familia
que los agasajaba no sacó provecho de su visita. Los predicadores
aceptaron la hospitalidad ofrecida sin retribuirla con una labor muy
necesaria.
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