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Obreros Evangélicos
la pluma y el voto—en favor de la prohibición y abstinencia total.
No necesitamos esperar que Dios haga un milagro para producir esta
reforma, y así suprima la necesidad de nuestros esfuerzos. Nosotros
mismos debemos trabarnos en lucha con este gigantesco enemigo,
haciendo nuestro lema: No transigiremos ni cejaremos en nuestros
esfuerzos antes de obtener la victoria....
¿Qué puede hacerse para rechazar la ascendente marea del mal?
Promúlguense e impónganse rígidamente leyes que prohiban la venta
y el consumo de alcohol como bebida. Háganse todos los esfuerzos
posibles para estimular el regreso del ebrio a la temperancia y la
virtud. Pero se necesita aún más para desterrar de nuestro país la
maldición de la embriaguez. Suprímase el apetito por las bebidas
embriagantes, y su consumo y venta acabarán. Esta obra incumbe en
extenso grado a los padres. Observando estricta temperancia, leguen
ellos a sus hijos el debido carácter, y luego eduquen y preparen a
estos hijos, en el temor de Dios, en hábitos de abnegación y dominio
propio. Los jóvenes así educados tendrán energía moral para resistir
la tentación, y para do minar el apetito y las pasiones. Permanecerán
inconmovibles ante la insensatez y disolución que corrompen la
sociedad.
La prosperidad de una nación depende de la virtud e inteligencia
de sus ciudadanos. Para conseguir estas bendiciones, son indispen-
sables hábitos de estricta temperancia. La historia de los reinos
antiguos está llena de lecciones amonestadoras para nosotros. El
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lujo, la complacencia de los sentidos y la disipación prepararon su
caída. Resta ver si nuestra república recibirá la advertencia de su
ejemplo, y evitará su suerte.—
Review and Herald, 8 de noviembre
de 1881
.
* * * * *
Cuando satisface su deseo de licores espirituosos, el hombre
voluntariamente se lleva a los labios la copa que rebaja a un nivel
más bajo que el bruto al que fué hecho a la imagen de Dios. La razón
queda paralizada, el intelecto se adormece, las pasiones animales
son excitadas, y entonces siguen los crímenes más viles. Si los
hombres quisieran ser templados en todas las cosas, no tocarían,
ni gustarían, ni manejarían licores espirituosos ni narcóticos; la