Página 347 - Obreros Evang

Basic HTML Version

La obra de la temperancia
343
en lo que destruye su razón, salud y felicidad. El que vende bebidas
llena su caja con dinero que debiera proporcionar alimentos y ropa
a la familia del pobre borracho.
Esta es la peor clase de robo. Sin embargo, hay hombres que
ocupan posiciones encumbradas en la sociedad y en la iglesia que
prestan su apoyo a las leyes que reglamentan el tráfico de licores....
Así se corrompe la sociedad, se llenan los asilos y las cárceles de
[401]
pobres y delincuentes, y el cadalso se ve provisto de víctimas. El mal
no termina con el borracho y su desgraciada familia. Aumentan las
cargas de impuestos, peligra la moral de los jóvenes, corren riesgo
los bienes y aun la vida de cada miembro de la sociedad. Pero por
vívidamente que se presente el cuadro, no alcanza a representar la
realidad. Ninguna pluma humana puede delinear plenamente los
horrores de la intemperancia....
La causa de la parálisis moral
¿Cómo pueden hombres y mujeres cristianos tolerar este mal?
... La parálisis moral que domina a la sociedad tiene una causa. Las
leyes sostienen un mal que mina sus mismos fundamentos. Muchos
deploran los males que saben existen ahora pero se consideran
libres de toda responsabilidad en el asunto. Esto no puede ser. Cada
persona ejerce una influencia en la sociedad. En nuestro favorecido
país, cada votante tiene voz para determinar qué leyes regirán la
nación. ¿No deben esa influencia y ese voto ser echados del lado de
la temperancia y de la virtud? ...
Podemos invitar a los amigos de la causa de la temperancia a
unirse para el conflicto, y tratar de rechazar la marea del mal que
desmoraliza al mundo; pero ¿de qué valdrán todos nuestros esfuerzos
mientras la venta de las bebidas embriagantes tenga el apoyo de la
ley? ¿Deberá permanecer la maldición de la intemperancia para
siempre como azote de nuestro país? ¿Habrá de pasar como fuego
devorador sobre miles de hogares felices cada año?
Hablamos de los resultados, temblamos ante los resultados y nos
preguntamos qué podemos hacer con los terribles resultados, mien-
tras demasiado a menudo toleramos y aun sancionamos la causa.
[402]
Los defensores de la temperancia no hacen todo su deber a menos
que ejerzan su influencia por precepto y ejemplo—de viva voz, por