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Obreros Evangélicos
No podemos hacer una obra mejor que la de unirnos, siempre que
podamos hacerlo sin compromiso, con las obreras de la Unión de
Mujeres Cristianas.
Tenemos que hacer una obra en los ramos de la temperancia ade-
más de hablar en público. Debemos presentar nuestros principios en
folletos, libritos y periódicos. Debemos emplear todo medio posible
para despertar a nuestro pueblo a fin de que cumpla con su deber de
ponerse en relación con los que no conocen la verdad. El éxito que
hemos obtenido en la obra misionera ha sido plenamente propor-
cionado a los esfuerzos abnegados que hemos hecho. El Señor solo
sabe cuánto podríamos haber logrado si nos hubiésemos humillado
delante de él y hubiésemos proclamado la verdad de la temperancia
de una manera clara y directa....
El debido empleo de los dones de la providencia
Nuestro Creador ha otorgado sus bendiciones al hombre con
mano generosa. Si todos estos dones de la Providencia fuesen em-
pleados con prudencia y temperancia, la pobreza, la enfermedad y la
miseria quedarían desterradas de la tierra. Pero ¡ay! por todos lados
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vemos que las bendiciones de Dios son trocadas en maldición por la
perversidad de los hombres.
No hay clase de personas culpables de mayor perversión y abuso
de sus dones preciosos que la de los que dedican los productos
del suelo a la fabricación de bebidas embriagantes. Los cereales
nutritivos, las sanas y deliciosas frutas, son convertidos en brebajes
que pervierten los sentidos y enloquecen el cerebro. Como resultado
del consumo de estos venenos, miles de familias se ven privadas
de las comodidades y aun de las cosas necesarias de la vida, se
multiplican los actos de violencia y crimen, y la enfermedad y la
muerte sumen a miríadas de víctimas en las tumbas de los borrachos.
¡Y esta obra de destrucción se lleva a cabo bajo la protección
de las leyes del país! Por una suma miserable, los hombres reciben
permiso para vender a sus semejantes la poción que los despojará
de todo lo que hace deseable esta vida y de toda esperanza de la
vida venidera. Ni el legislador ni el traficante en licores ignoran
el resultado de su obra. En el bar del hotel, en la cervecería, en el
despacho común de bebidas, gasta el esclavo del apetito sus recursos