Página 389 - Obreros Evang

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Casas de culto
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habrá un cambio en estas cosas. Las deudas se liquidarán. Dios
pide ofrendas a los que pueden dar, y aun los miembros más pobres
pueden dar su óbolo. La abnegación habilitará a todos para hacer
algo. Jóvenes y ancianos, padres e hijos han de demostrar su fe por
medio de sus obras. Indíquese con mucho énfasis a los miembros de
la iglesia la necesidad de que cada uno desempeñe una parte. Haga
cada uno lo mejor que pueda. Donde haya voluntad para hacer algo,
Dios abrirá el camino. El no quiere que su causa esté impedida por
las deudas.
Dios pide abnegación. Esto no reportará prosperidad financiera
tan sólo sino también espiritual. La abnegación y la renunciación
harán milagros en cuanto a promover la espiritualidad de la iglesia....
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Las preguntas decisivas que cada cristiano se ha de dirigir son:
“¿Tengo yo, en lo más íntimo de mi alma, amor supremo hacia
Cristo? ¿Amo yo su tabernáculo? ¿No quedará honrado el Señor
si yo doy a su sagrada institución mi primera consideración? ¿Es
mi amor por Dios y mi Redentor bastante fuerte para inducirme a
negarme a mí mismo? Cuando esté tentado a dedicarme al placer y
goce egoísta, ¿no diré: No, no gastaré nada para complacencia mía
mientras la casa de Dios esté cargada de deudas?”
Nuestro Redentor pide mucho más de lo que le damos. El yo
interpone su deseo de ser el primero; pero el Señor pide todo el
corazón, todos los afectos. El no quiere ocupar el segundo lugar. ¿Y
no debe Cristo recibir nuestra primera y más alta consideración?
¿No debe él exigir esta muestra de nuestro respeto y lealtad? ¿Estas
cosas forman la base de la vida de nuestro corazón, en el círculo
familiar y en la iglesia. Si el corazón, el alma, la fuerza, la vida están
entregados completamente a Dios, si nuestros afectos se consagran
enteramente a él, le daremos el lugar supremo en todo nuestro ser-
vicio. Cuando estamos en armonía con Dios, el pensamiento de su
honor y gloria prevalece sobre todo lo demás. A ninguna persona
damos la preferencia antes que a él en nuestros donativos y ofren-
das. Tenemos un sentimiento de lo que significa estar asociados con
Cristo en la sagrada empresa.
La casa en que Dios se encuentra con su pueblo deberá ser tenida
por cara y sagrada por cada uno de sus hijos leales. No quedará
estorbada por deudas. El permitir semejante cosa parecería casi
como una negación de vuestra fe. Debéis estar listos para hacer un