Página 399 - Obreros Evang

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Las reuniones administrativas
En todas nuestras reuniones administrativas, como también en
nuestras reuniones sociales y religiosas, queremos que Jesús esté
a nuestro lado como guía y consejero. No habrá tendencia a la
liviandad donde se reconozca la presencia del Salvador. El yo no ha
de recibir preeminencia. Habrá una comprensión de la importancia
de la obra que se ha de hacer. Reinará el deseo de que los planes
trazados sean dirigidos por Aquel que es poderoso en el consejo.
Si nuestros ojos pudiesen abrirse, contemplaríamos a los ángeles
del cielo en nuestras asambleas. Si tan sólo pudiésemos comprender
esto, no imperaría el deseo de aferrarnos a nuestras propias opiniones
en puntos sin importancia, que tan a menudo atrasan el progreso de
la reunión y de la obra. Si se practicase más la verdadera oración,
si se diese más solemne consideración a asuntos de importancia,
cambiaría el tono de nuestras reuniones administrativas, y se elevaría.
Todos sentirían que la asamblea se reunió para trazar planes para
el progreso de la obra, y que el objeto de la obra no es sino salvar
almas.
Todo lo que hacemos y decimos se transfiere a los libros del
cielo. No nos hagamos culpables de rebajar la obra de Dios al nivel
de las transacciones comerciales comunes. Nuestra norma debe ser
alta; nuestra mente elevada.
Siempre hay unos pocos que piensan, cuando sus hermanos
tiran hacia adelante, que es deber suyo tirar hacia atrás. Objetan a
todo lo que se propone, y combaten todo plan que ellos mismos no
hayan originado. En ello hay una oportunidad para que las personas
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desarrollen una desordenada confianza propia. Nunca aprendieron
en la escuela de Cristo la lección preciosa y de suma importancia de
volverse mansos y humildes. Para los que tienen una voluntad fuerte,
no hay nada más difícil que renunciar a su parecer y someterse al
juicio de otros. Les es difícil ser susceptibles de enseñanza, afables
y fáciles de tratar.
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