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La disciplina en la iglesia
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hermanos. Puede ser que al ver que están de acuerdo en el asunto,
su mente quede iluminada.
“Y si no quiere oírlos.” ¿qué debe hacerse entonces? ¿Habrán de
encargarse algunas personas reunidas en junta de la responsabilidad
de separar de la iglesia al que yerra? “Si no oyere a ellos, dilo a
la
iglesia.”
Que la iglesia decida en cuanto a sus miembros.
“Y si no oyere a la iglesia, tenle por étnico y publicano.” Si no
quiere escuchar la voz de la iglesia, si rechaza todos los esfuerzos
hechos para salvarlo, a la iglesia incumbe la responsabilidad de
separarlo de su comunión. Su nombre debe borrarse entonces de los
libros.
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Ningún dirigente de la iglesia debe aconsejar, ninguna junta debe
recomendar, ni ninguna iglesia debe votar que el nombre de alguno
que hace mal sea borrado de los libros de la iglesia, antes que se
hayan seguido fielmente las instrucciones dadas por Cristo. Cuando
se haya hecho esto, la iglesia estará libre de responsabilidad delante
de Dios. El mal debe entonces presentarse tal cual es, y debe ser
quitado, a fin de que no se difunda más. Deben preservarse la salud
y pureza de la iglesia, para que esté delante de Dios sin mácula,
vestida con las ropas de la justicia de Cristo.
Si el que yerra se arrepiente y se somete a la disciplina de Cristo,
se le ha de permitir probar otra vez. Y aún si no se arrepiente, si
queda fuera de la iglesia, los siervos de Dios tienen todavía una
obra que hacer en su favor. Deben tratar con fervor de ganarlo para
que se arrepienta. Y por grave que haya sido su delito, si cede a
la influencia del Espíritu Santo, y por confesión y abandono de su
pecado da evidencia de arrepentimiento, se le ha de perdonar y dar
otra vez la bienvenida en el redil. Sus hermanos han de animarlo en
el buen camino, tratándolo como quisieran ser tratados si estuviesen
en su lugar, considerándose a sí mismos, porque no sean también
tentados.
“De cierto os digo—prosiguió Cristo—que todo lo que ligareis
en la tierra, será ligado en el cielo; y todo los que desatareis en la
tierra, será desatado en el cielo.”
Esta declaración conserva su fuerza en todos los siglos. A la
iglesia ha sido conferida la potestad de obrar en lugar de Cristo.
Ella es el instrumento de Dios para conservación del orden y de la
disciplina entre su pueblo. El Señor le delegó la potestad de arreglar
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