Página 51 - Obreros Evang

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Una lección para nuestro tiempo
La experiencia de Enoc y de Juan el Bautista representa lo que
debiera ser la nuestra. Debemos estudiar mucho más de lo que lo
hacemos las vidas de estos hombres—aquel que fué trasladado al
cielo sin ver la muerte; y aquel que, antes del primer advenimiento
de Cristo, fué llamado a preparar el camino del Señor, y aderezar
calzada para él.
La experiencia de Enoc
Acerca de Enoc fué escrito que vivió sesenta y cinco años y
engendró un hijo; después de lo cual anduvo con Dios trescientos
años. Durante aquellos primeros años, Enoc había amado y temido
a Dios y guardado sus mandamientos. Después del nacimiento de
su primer hijo, alcanzó una experiencia más elevada; fué atraído en
relación más íntima con Dios. Al notar el amor del niño por su padre,
su sencilla confianza en la protección de él; al sentir la profunda
y anhelante ternura de su corazón hacia aquel hijo primogénito,
aprendió una preciosa lección del prodigioso amor de Dios hacia el
hombre en el don de su Hijo, y la confianza que los hijos de Dios
pueden depositar en su Padre celestial. El amor infinito, insondable,
de Dios por Cristo, vino a ser el tema de sus meditaciones día y
noche. Con todo el fervor de su alma trató de revelar aquel amor a
la gente entre la cual vivía.
El andar de Enoc con Dios no era en éxtasis o visión, sino en
todos los deberes de su vida diaria. No se hizo ermitaño, ni se separó
completamente del mundo; porque tenía, en este mundo, una obra
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que hacer para Dios. En la familia y en su trato con los hombres,
como esposo y padre, como amigo y ciudadano, fué el leal y firme
siervo de Dios.
En medio de una vida de labor activa, Enoc mantuvo constante-
mente su comunión con Dios. Cuanto mayores y más apremiantes
eran sus labores, tanto más constantes y fervientes eran sus oracio-
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