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Obreros Evangélicos
nes. El seguía excluyéndose de toda sociedad en ciertos períodos.
Después de permanecer por un tiempo entre la gente, trabajando
para beneficiarla por su instrucción y ejemplo, se retiraba, para pasar
un tiempo en la soledad, con hambre y sed de aquel conocimiento
divino que sólo Dios puede impartir.
Al comulgar así con Dios, Enoc llegó a reflejar más y más la
imagen divina. Su rostro irradiaba una santa luz, la luz que brilla en
el rostro de Jesús. Al terminar estos períodos de comunión divina,
hasta los impíos contemplaban con reverente temor el sello que el
cielo había puesto sobre su rostro.
Su fe se volvía más fuerte, su amor más ardiente, con el trans-
curso de los siglos. Para él la oración era como el aliento del alma.
Vivía en la atmósfera del cielo.
Al serle presentadas las escenas del futuro, Enoc se hizo pre-
dicador de la justicia, para dar el mensaje de Dios a todos los que
quisieran oír las palabras de amonestación. En la tierra donde Caín
había tratado de huir de la presencia divina, el profeta de Dios dió a
conocer las maravillosas escenas que habian pasado ante su visión.
“He aquí—declaraba,—el Señor es venido con sus santos millares, a
hacer juicio contra todos, y a convencer a todos los impíos de entre
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ellos tocante a todas sus obras de impiedad.
El poder de Dios que obraba con su siervo era sentido por aque-
llos que oían. Algunos prestaban oído a la amonestación y dejaban
sus pecados; pero las multitudes se burlaban del solemne mensaje.
Los siervos de Dios han de proclamar un mensaje similar al mun-
do en los últimos días, y también será recibido por la mayoría con
incredulidad y burla.
A medida que transcurría año tras año, más y más caudalosa se
volvía la corriente de la culpabilidad humana, más y más sombríos
eran los nubarrones del juicio divino que se amontonaban. Sin em-
bargo, Enoc, el testigo de la fe, proseguía su camino, amonestando,
intercediendo y enseñando, esforzándose por rechazar el flujo de
culpabilidad y detener los rayos de la venganza.
Los hombres de aquella generación se burlaban de la locura de
aquel que no trataba de allegar oro o plata, ni amontonar posesio-
nes en esta tierra. Pero el corazón de Enoc estaba puesto en los
Judas 14:15
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