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Una lección para nuestro tiempo
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tesoros eternos. El había contemplado la ciudad celestial. Había
visto al Rey en su gloria en medio de Sión. Cuanto mayor era la
iniquidad existente, tanto más ferviente era su anhelo por el hogar
de Dios. Mientras estaba todavía en la tierra, él moraba por la fe en
las regiones de luz.
“Bienaventurados los de limpio corazón: porque ellos verán a
Dios.
Durante trescientos años Enoc había estado buscando la
pureza de corazón, a fin de estar en armonía con el cielo. Durante
tres siglos había andado con Dios. Día tras día había anhelado una
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unión más íntima; la comunión se había vuelto más y más cercana,
hasta que Dios lo tomó a sí mismo. El había estado en los umbrales
del mundo eterno, había mediado tan sólo un paso entre él y la tierra
de los bienaventurados; y ahora se abrieron los portales; el andar
con Dios, tanto tiempo seguido en la tierra, continuó, y él pasó por
las puertas de la santa ciudad,—el primer hombre que entrase allí.
“Por la fe Enoc fué traspuesto para no ver muerte; ... antes que
fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios.
Dios nos llama a una comunión tal. Como fué la de Enoc debe
ser la santidad de carácter de aquellos que serán redimidos de entre
los hombres en la segunda venida del Señor.
La experiencia de Juan el Bautista
Juan el Bautista, en su vida en el desierto, fué enseñado de
Dios. El estudiaba las revelaciones de Dios en la naturaleza. Bajo
la dirección del Espíritu divino, estudiaba los rollos de los profetas.
De día y de noche, Cristo era su estudio, su meditación, hasta que su
mente, su corazón y su alma quedaron llenos de la gloriosa visión.
El miraba al Rey en su hermosura, y perdía de vista al yo. Con-
templaba la majestad de la santidad, y se reconocía ineficiente e
indigno. Debía declarar el mensaje de Dios. Había de subsistir en
el poder y justicia de Dios. Estaba listo para ir como mensajero del
cielo, sin temor de lo humano, porque había considerado lo divino.
Podía estar sin miedo en presencia de los monarcas terrenos, porque
con temblor se había postrado ante el Rey de reyes.
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Mateo 5:8
.
Hebreos 11:5
.