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Obreros Evangélicos
Sin argumentos elaborados ni sutiles teorías, declaró Juan su
mensaje. Sorprendente y severa, aunque llena de esperanza, se oía
su voz en el desierto: “Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha
acercado.
Conmovió al pueblo con nuevo y extraño poder. Toda la
nación fué sacudida. Multitudes acudieron al desierto.
Ignorantes campesinos y pescadores de la comarca circundan-
te; soldados romanos de los cuarteles de Herodes; capitanes con
la espada al costado, listos para apagar cuanto supiese a rebelión;
avarientos cobradores de impuestos venidos desde sus casillas de
peaje; y sacerdotes del Sanedrín adornados con filacterias,—todos
escuchaban como hechizados; y todos, aun el fariseo y el saduceo,
el frío y empedernido burlador, se iban, acallado el escarnio, y el
corazón compenetrado del sentimiento de sus pecados. Herodes en
su palacio oyó el mensaje, y el orgulloso y empedernido gobernador
tembló ante el llamado al arrepentimiento.
En este tiempo, justamente antes de la segunda venida de Cristo
en las nubes de los cielos, se ha de hacer una obra como la de Juan
el Bautista. Dios llama a hombres que preparen un pueblo para que
subsista en el gran día del Señor. El mensaje que precedió al mi-
nisterio público de Cristo fué: Arrepentíos, publicanos y pecadores;
arrepentios, fariseos y saduceos; “arrepentios, que el reino de los
cielos se ha acercado.” En nuestro carácter de pueblo que cree en la
inminente venida de Cristo, tenemos un mensaje que dar: “Aparéjate
para venir al encuentro a tu Dios.
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Nuestro mensaje debe ser tan directo como el de Juan. El re-
prendía a los reyes por su iniquidad. Aun con peligro de su vida,
no vacilaba en declarar la palabra de Dios. Y nuestra obra en este
tiempo debe hacerse con la misma fidelidad.
A fin de dar un mensaje como el que dió Juan, debemos tener
una experiencia espiritual como la suya. Debe hacerse la misma
obra en nosotros. Debemos contemplar a Dios, y al contemplarlo,
perdernos a nosotros mismos de vista.
Juan tenía por naturaleza los defectos y las debilidades comunes
a la humanidad; pero el toque del amor divino lo había transfor-
mado. Cuando, después que comenzara el ministerio de Cristo, los
Mateo 3:2
.
Amós 4:12
.