Página 55 - Obreros Evang

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Una lección para nuestro tiempo
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discípulos de Juan fueron a él con la queja de que todos seguían
al nuevo Maestro, Juan demostró cuán claramente comprendía su
relación con el Mesías, y cuán gustosamente daba la bienvenida a
Aquel cuyo camino había preparado.
“No puede el hombre recibir algo—dijo él,—si no le fuere dado
del cielo. Vosotros mismos me sois testigos que dije: Yo no soy el
Cristo, sino que soy enviado delante de él. El que tiene la esposa,
es el esposo; mas el amigo del esposo, que está en pie y lo oye, se
goza grandemente de la voz del esposo; así pues, éste mi gozo es
cumplido. A él conviene crecer, mas a mí menguar.
Mirando con fe al Redentor, Juan se había elevado a la altura de
la abnegación. El no trataba de atraer a los hombres a sí mismo, sino
de elevar sus pensamientos siempre más alto, hasta que reposasen
en el Cordero de Dios. El no había sido más que una voz, un clamor
en el desierto. Ahora aceptaba con gozo el silencio y la oscuridad,
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a fin de que los ojos de todos pudiesen dirigirse hacia la Luz de la
vida.
Aquellos que sean fieles a su vocación como mensajeros de Dios,
no tratarán de honrarse a sí mismos. El amor al yo será absorbido
por el amor a Cristo. Reconocerán que su obra es proclamar, como
proclamó Juan el Bautista: “He aquí el Cordero de Dios, que quita
el pecado del mundo.
El alma del profeta, despojada del yo, fué llenada por la luz
divina. En palabras que son casi una contraparte de las palabras de
Cristo mismo, dió testimonio de la gloria del Salvador. “El que de
arriba viene—declaró,—sobre todos es: el que es de la tierra, terreno
es, y cosas terrenas habla: el que viene del cielo, sobre todos es.”
“Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla.
En esta gloria de Cristo han de tener parte todos sus seguidores.
El Salvador pudo decir: “No busco mi voluntad, mas la voluntad del
que me envió.
Y Juan declaró: “No da Dios el Espíritu por medida.”
Así es también con los seguidores de Cristo. Podemos recibir la
luz del cielo tan sólo en la medida en que estemos dispuestos a
despojarnos del yo. Podemos discernir el carácter de Dios, y aceptar
Juan 3:27-30
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Juan 1:29
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Juan 3:31, 34
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Juan 5:30
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