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Los jóvenes como misioneros
Los jóvenes que deseen entrar en el campo como predicadores o
colportores, deben recibir primero un adecuado grado de preparación
mental, como también de adiestramiento especial para su vocación.
Los que no están educados, preparados ni refinados, no están listos
para entrar en un campo donde las poderosas influencias del talento
y de la educación combaten las verdades de la Palabra de Dios. Ni
tampoco pueden hacer frente con éxito a las extrañas formas de
error, religiosas y filosóficas combinadas, cuya refutación requiere
un conocimiento de la verdad tanto científica como bíblica.
Especialmente aquellos que tienen el ministerio en vista, deben
sentir la importancia del método bíblico de adiestramiento ministe-
rial. Deben dedicarse de corazón a la obra, y mientras estudian en
las escuelas, deben aprender del gran Maestro la mansedumbre y
humildad de Cristo. Un Dios que es fiel a su pacto prometió que, en
respuesta a la oración, su Espíritu será derramado sobre aquellos que
aprendan en la escuela de Cristo, para que lleguen a ser ministros de
la justicia.
Hay que hacer una ardua obra para desalojar el error y las falsas
doctrinas de la cabeza, a fin de que la verdad y religión bíblicas
hallen cabida en el corazón. Como medio ordenado por Dios para
educar jóvenes de ambos sexos para los diversos departamentos
de la labor misionera, se establecieron colegios entre nosotros. Es
voluntad de Dios que provean no meramente unos pocos, sino mu-
chos obreros. Pero Satanás, resuelto a estorbar este propósito, ha
conseguido para sí a menudo precisamente a aquellos mismos que
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Dios quería calificar para puestos de utilidad en su obra. Son mu-
chos los que trabajarían si se les instase a ello, y salvarían su alma
trabajando así. La iglesia debe sentir su gran responsabilidad al
encerrar la luz de la verdad y restringir la gracia de Dios en sus
propios límites estrechos, cuando el dinero y la influencia debieran
emplearse libremente para hacer entrar personas competentes en el
campo misionero.
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