Página 97 - Obreros Evang

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Los predicadores jóvenes deben trabajar con los de más edad
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El apóstol Pablo veía la importancia de educar obreros más jó-
venes. Después de hacer una gira misionera, él y Bernabé volvieron
sobre sus pasos, y visitaron las iglesias que habían levantado, eli-
giendo hombres que pudiesen unirse a ellos, a fin de prepararse para
la obra de proclamar el Evangelio.
Pablo hacía del educar a los jóvenes para el ministerio evangélico
una parte de su obra. El los llevaba consigo en sus viajes misioneros,
y así adquirían una experiencia que más tarde los habilitaría para
ocupar puestos de responsabilidad. Aun cuando estuviese separado
de ellos, se mantenía siempre en contacto con su obra, y sus cartas a
Timoteo y Tito son una prueba de cuán profundo era su deseo de que
tuviesen éxito. “Lo que has oído de mí—escribió,—esto encarga a
los hombres fieles que serán idóneos para enseñar también a otros.
Este rasgo de la obra de Pablo enseña una lección importante a
los predicadores de hoy día. Los obreros experimentados hacen una
obra noble cuando, en vez de tratar de llevar todas las cargas ellos
mismos, preparan a hombres más jóvenes, y ponen cargas sobre
sus hombros. Es deseo de Dios que aquellos que han adquirido
experiencia en su causa, preparen jóvenes para su servicio.
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El obrero más joven no debe dejarse embargar de tal manera por
las ideas y opiniones de aquel a quien esté confiado, que pierda su
propia individualidad. No debe dejar que su identidad se confunda
con la de aquel que lo está instruyendo, al punto de no atreverse a
ejercer su propio juicio, sino hacer lo que se le dice, sin tener en
cuenta su propia conciencia de lo bueno y lo malo. Es privilegio
suyo aprender de por sí del gran Maestro. Si aquel con quien trabaja
sigue una conducta que no está en armonía con el “así dice Jehová,”
no vaya a alguna tercera persona, sino diríjase a su superior en el
cargo y preséntele el asunto expresando francamente su parecer. Así
el aprendiz puede beneficiar al maestro. Debe desempeñar fielmente
su deber. Dios no lo considerará sin culpa si consiente en una mala
conducta, por grande que sea la influencia o responsabilidad del que
da el mal ejemplo.
Se invitará a los jóvenes a unirse con los ancianos portaestandar-
tes, a fin de ser fortalecidos y enseñados por esos fieles, que pasaron
por tantos conflictos, y a quienes, por los testimonios de su Espíritu,
2 Timoteo 2:2
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