Página 30 - El otro Poder (1996)

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El otro Poder
no se sentirán turbados si sus opiniones e ideas fueren contradichas.
Este era el espíritu que compartíamos hace cuarenta años...
Tenemos muchas lecciones que aprender, y muchas, muchas,
que desaprender. Sólo Dios es infalible. Los que piensan que nunca
tendrán que abandonar una posición favorita, ni tener ocasión de
cambiar una opinión se verán chasqueados. Mientras nos aferremos
a nuestras propias ideas y opiniones con decidida persistencia, no
podremos tener la unidad por la cual oró Cristo.
Si los que son autosuficientes pudieran ver cómo los considera
el universo de Dios, si pudieran verse como Dios los ve, notarían
tal debilidad, tanta falta de sabiduría, que clamarían al Señor para
que sea su justicia y desearían esconderse de su vista. El apóstol
dice: “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues,
a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de
Dios”.
1 Corintios 6:20
. Cuando nuestros planes y maquinaciones
sean destruidos, cuando los hombres que han dependido de nuestro
juicio lleguen a la conclusión de que el Señor los guiará a actuar y
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a juzgar por sí mismos, no deberíamos sentirnos inclinados a cen-
surar, y ejerciendo autoridad arbitraria obligarlos a aceptar nuestras
ideas. Los que están en posiciones de autoridad deberían cultivar
constantemente la disciplina propia...
Guardianes de la doctrina
—La reprensión del Señor alcanzará
a los que pretenden erigirse en guardianes de la doctrina, impidiendo
que una mayor luz alcance al pueblo. Ha de hacerse una gran obra,
y Dios ve que nuestros líderes tienen necesidad de una gran luz para
que puedan unirse en armonía con los mensajeros que él enviará a
realizar la tarea que les ha asignado. El Señor levantó mensajeros
y los dotó con su Espíritu, y ha dicho: “Clama a voz en cuello, no
te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su
rebelión, y a la casa de Jacob su pecado”.
Isaías 58:1
.
Nadie corra el riesgo de interponerse entre el pueblo y el mensaje
del cielo. El mensaje de Dios llegará al pueblo; y si no hubiera voz
entre los hombres para darlo, las mismas piedras clamarían. Invito
a cada ministro a buscar al Señor, a poner a un lado el orgullo, a
abandonar la lucha por la supremacía y a humillar su corazón delante
de Dios. La frialdad de corazón y la incredulidad de los que deberían
tener fe mantienen a las iglesias en la debilidad.—
The Review and
Herald, 26 de julio de 1892
.