Actitud hacia las autoridades civiles
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nuestros adversarios. Otros se sorprenderán al oír cómo sus propias
palabras se repiten exageradas, para darles un significado que no se
propusieron darles. Por lo tanto, ejerzan cuidado nuestros hermanos
y hablen cautelosamente en todo momento y circunstancia. Sean
todos cautos, no sea que por expresiones temerarias provoquen un
tiempo de aflicción antes de la gran crisis que ha de probar la vida
de los hombres.
Acusaciones contra autoridades y poderes
—Cuanto menos
sean los cargos directos que hagamos contra las autoridades y potes-
tades, tanto mayor será la obra que podremos realizar en los Estados
Unidos y otros países, pues las demás naciones seguirán el ejemplo
de los Estados Unidos. Si bien este país encabezará el movimiento,
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la misma crisis sobrevendrá a nuestro pueblo en todas partes del
mundo.
Nuestra obra consiste en magnificar y exaltar la ley de Dios. La
verdad de la santa Palabra de Dios debe ser manifestada. Debemos
enaltecer las Escrituras como norma de vida. Con toda modestia, con
espíritu de gracia y el amor de Dios debemos indicar a los hombres
que el Señor Dios es el Creador de los cielos y la tierra, y que el
séptimo día es reposo de Jehová.
En el nombre del Señor hemos de avanzar, desplegar su estandar-
te y defender su Palabra. Cuando las autoridades nos ordenen que no
hagamos esta obra, cuando nos prohíban proclamar los mandamien-
tos de Dios y la fe de Jesús, entonces será necesario que digamos
como los apóstoles: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a
vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que
hemos visto y oído”.
Hechos 4:19, 20
.
La verdad ha de ser presentada con el poder del Espíritu Santo.
Es lo único que puede dar eficacia a nuestras palabras. Únicamente
por el poder del Espíritu se habrá de ganar y conservar la victoria. El
agente humano debe ser movido por el Espíritu de Dios. Los obreros
deben ser guardados para la salvación por el poder de Dios mediante
la fe. Deben tener sabiduría divina, a fin de que nada de lo que digan
incite a los hombres a cerrarnos el camino. Inculcando la verdad
espiritual, hemos de preparar a un pueblo que podrá, con manse-
dumbre y temor, dar razón de su fe ante las más altas autoridades de
nuestro mundo.